Muñeca de cartón

Por Martín Santiváñez Vivanco
Lima, Perú

Susana Villarán hizo historia al ser elegida como la primera alcaldesa de Lima por votación popular. El famoso ‘potoaudio’ fue determinante. El periodista Jaime Bayly, defensor de la candidatura de Villarán, difundió en su sintonizado programa de televisión un audio telefónico ‘chuponeado’ (obtenido de manera ilegal) en el que la candidata rival, Lourdes Flores, le decía a un colaborador suyo, indignada por los ataques de la izquierda limeña, una frase lapidaria a la postre definitiva: «Métanse la alcaldía al poto».

Villarán llegó al poder prometiendo un gobierno tecnocrático que transformaría Lima en una ciudad progresista, ecológica y centrada en los ciudadanos. Pues bien, al parecer, los limeños ya no confían en el modelo ‘verde’ de Fuerza Social. Un año después de asumir el cargo, la alcaldesa ha roto un nuevo récord. Sus niveles de desaprobación son históricos y continúan creciendo. Actualmente, según las encuestas, el 82% de los limeños rechaza su gestión.

La propia Villarán es atacada por ineficaz y se ha creado en torno a ella la leyenda de que no es una buena trabajadora (‘Lady Vaga’) ya que prefiere dedicarse al asambleísmo y la democracia directa. Lo que de verdad asusta a sus partidarios es que la alcaldesa se enfrenta a un posible proceso de revocatoria, puesto en marcha por sus opositores, que intentan, de esta manera, capitalizar el descontento y elegir un nuevo alcalde.

¿Por qué Lima la abandona? Los defensores de Villarán sostienen que la debacle se debe a una campaña orquestada por la mafia ‘fuji-montesinista’ que busca liquidar políticamente una opción de izquierda democrática.

Sin embargo, lo cierto es que la población peruana -Humala es el paradigma- vota de manera volátil. Son los limeños los que se han cansado del diletantismo de la alcaldesa. Sus errores de gestión (caos en el ordenamiento del tráfico, pocas obras concretas, etc.) y la sensación de que existen demasiadas promesas incumplidas provocan, naturalmente, el colapso de su imagen.

El último traspié kafkiano fue el de la playa La Herradura, un lugar mítico citadino. La alcaldesa remodeló el malecón ignorando las recomendaciones de la Marina de Guerra y llenó de arena decorativa una playa de piedras. Pocos días después de la inauguración, gran parte de la arena había desaparecido. El experto en urbanismo de la municipalidad sostuvo que «un olón» marítimo era el responsable. Escándalo público.

Para empeorar las cosas, la arena fue donada por Odebrecht, empresa brasileña que ayudó a construir el «Cristo del Pacífico», obra de Alan García. Villarán, en aquella oportunidad, se opuso frontalmente a la donación de Odebrecht, por ser «poco ética». Estas contradicciones evidentes y los errores gerenciales del municipio son los que han puesto a la alcaldesa en una difícil situación.

Tal vez por eso, los limeños, mazamorreros e irónicos, siguiendo una vieja costumbre de fin de año, hicieron de la muñeca de cartón de Susana Villarán, la piñata más vendida de estas fiestas navideñas. Los muñecos de año nuevo son quemados en cada calle, a la vuelta de cada esquina, del puente a la alameda, para exorcizar lo malo de los meses que se van sin perder la ensoñación de un futuro mejor. Así, inmoladas en efigie, las muñecas de Susana Villarán se convertió en humo la medianoche del 31 de enero. Mientras tanto, suenan los tambores de guerra en la vieja urbe que Pizarro fundó.

Martín Santiváñez es periodista peruano. Su texto apareció publicado originalmente en el diario El Mundo, de España.

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