Señuelos de guerra

Por Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

¿Cómo hay que interpretar la escalada de declaraciones cada vez más amenazantes entre el Gobierno de Irán y el de los Estados Unidos a propósito de las maniobras militares de Teherán en el estrecho de Ormuz y la presencia de un portaviones estadounidense de la V Flota precisamente en medio de las maniobras militares iraníes?

Pese al tono de conflicto creciente entre los jefes militares y funcionarios de Teherán y de Washington, los analistas internacionales no consideran que se esté al borde de una guerra que incendiaría el ya cálido escenario de esa región del mundo. Por ello, como ha hecho la revista de estrategia y relaciones internacionales Diplomatie en su número 54, lo pertinente más bien es preguntarse ¿a quién beneficia la escalada de amenazas? Son varios los actores que intervienen y que saldrán beneficiados o perjudicados en el reajuste político que se está produciendo desde las tres últimas décadas en Oriente Medio y que abarcan no solo a Irán y a los Estados Unidos sino también a Iraq, a los pequeños estados ribereños del golfo Pérsico como Kuwait, Bahréin, Qatar, los Emiratos Árabes y, por supuesto, Omán, Yemen, Arabia Saudita, Israel, Siria, Palestina e incluso territorios que cruzan varios países y que son celosos de autonomía e independencia, como el Gran Beluchistán (que va desde la provincia iraní del Sistán-Beluchistán, atraviesa el sur de Afganistán y llega hasta la provincia beluchistana de Pakistán) y la existencia de grupos como Hezbollah. El estrecho de Ormuz es en realidad un tablero geopolítico de complejas jugadas.

País de mayoría chiita en un mundo árabe de mayoría sunita, Irán ha tenido que buscar romper su aislamiento intentando asumir el liderazgo del mundo musulmán. Ello pasa necesariamente por el control de sus fronteras definidas por una agenda de seguridad. La derrota de Saddan Hussein y de la mayoría sunita en el Iraq atacado y ocupado por los Estados Unidos le dio un respiro extraordinario actualmente frágil si aumentan los enfrentamientos entre sunitas y chiitas en ese país. Para alcanzar el liderazgo del mundo musulmán, el problema palestino y el consecuente enfrentamiento con Israel y sus aliados occidentales, resultó indispensable. «Siendo el mundo musulmán sunita en 90%, el Irán chiita necesitaba un pasaporte. La cuestión palestina le otorgaba los atributos necesarios para conseguirlo: Teherán mostraría a sus vecinos árabes sunitas su incapacidad de arreglar la situación y declararse preparado para resolverla», según Bernard Hourcade del CNRS.

¿Ha conseguido Teherán sus objetivos? No parece que el mundo musulmán le reconozca haber conseguido una salida para los palestinos ni que el arco chiita sea homogéneo. «El componente islámico del poder iraní se debilita en la escala de un mundo chiita que rechaza masivamente el dogma de «velayat-e-faghih», del poder Supremo del Guía que funda el poder clerical en Teherán. La capital del chiismo no es más Qom (Irán), sino Nadjaf (Iraq), en donde viven los religiosos más eminentes del chiismo». Un señuelo puede mostrar debilidad.

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