El drama sirio

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

No hay peor drama para un país que estar en el centro de conflictos regionales e internacionales. Y, por supuesto, de ser gobernado por tiranos capaces de llegar a todo en defensa del poder que ostentan. Es el caso de Siria, cuando las expectativas del futuro inmediato de ese país apuntan hacia lo peor. Lo peor es aquí lento desangre, más muertes de inocentes (una nota de prensa hablaba de niños descabezados) y una situación en general terrorífica para desconfiar de una vez en la bondad de la condición humana. Luego vendrán las explicaciones ideológicas y las justificaciones de una parte y de otra. Que los intereses imperialistas de los EEUU y de la Unión Europea más la actitud militarista de Israel por una parte, que el cinismo imperial de Rusia que no acepta perder a uno de sus clientes preferidos en armamento y, además, el único que le permite contar con una base naval en el Mediterráneo (Tartus). Ambas justificaciones exigen una alta cuota de cinismo porque excluyen en sus análisis y consideraciones lo más importante o lo que debiera ser más importante: la vida de seres humanos, inocentes, tan valiosos y dignos de respeto como cualquiera de nosotros.

El hecho es que el desangre sirio va a durar mucho tiempo después del veto de Rusia y de la China en el Consejo de Seguridad. El Régimen de Bachar al Asad puede provocar pérdidas terribles en sus adversarios pero es difícil que logre una victoria definitiva y que se mantenga otra vez en el poder como si nada hubiese pasado.

Por su parte, la atención mundial estará pendiente un período, no demasiado largo porque hay muchos dramas en todo el mundo -hasta caer en el olvido debido a la rutina de los reportajes de combates en ciudades con nombres exóticos y de números de víctimas que nadie puede analizar en su tragedia personal. El mencionado veto de Rusia en el Consejo de Seguridad ha dejado en punto cero la salida que buscaban los EEUU, la Unión Europea y la Liga Árabe. Rusia evidentemente tiene, además de las razones que se esgrimen de venta de armamento y de seguridad de su base naval, la preocupación de no sentar precedentes en cuanto a la intervención de las potencias occidentales en asuntos internos, el retorno al viejo concepto de soberanía que, pese a lo que digan los pensadores destacados, sigue siendo tan rentable como antes. Por lo demás, la lista de intervenciones extranjeras de Occidente y que Rusia no considera favorables ha sido larga: desde Yugoeslavia a Libia. Hay un asunto más: Rusia no ha quedado satisfecha por la resolución del tema libio y como dicen analistas internacionales se ha sentido sino decepcionada, engañada o por lo menos con un buen pretexto.

Por su parte, los EEUU daban orden de cerrar su embajada en Damasco y el presidente Obama insistía en incrementar la presión internacional y las sanciones. ¿Apoyarán de forma indirecta Washington y sus aliados europeos o la misma Liga Árabe a los insurrectos? No hay por qué rasgarse las vestiduras: lo han hecho todos cuando han creído que en ese determinado país se juegan intereses importantes. Solo abonará al drama.

Más relacionadas