Exportador de asilados políticos

Por Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Nuestro país es uno de los más importantes exportadores mundiales de asilados políticos. Lo curioso, o mejor dicho, lo increíble es que esta especie de industria de exportación ha florecido sin importar el régimen político en que vivamos. Con dictaduras militares o regímenes constitucionales, con gobiernos de izquierda, de derecha o populistas. Lo mismo da. La producción de asilados políticos sigue adelante.

Durante las dictaduras del Cono Sur este fue un fenómeno explicable. Se trataba de sistemas políticos en crisis que dejaron al poder libre de todo contrapeso. Pero una vez que esas naciones lograron recuperar la institucionalidad, el flujo de asilados políticos terminó.

En el Ecuador, por el contrario, la recuperación de la institucionalidad democrática luego de sus experiencias dictatoriales no acabó con las persecuciones políticas. Lo que cambió fue su método. Mientras las dictaduras militares utilizaron la grosera fórmula del destierro forzado –las personas eran embarcadas en aviones militares con destino a algún país de la región–, la persecución política en los regímenes constitucionales se la ha llevado a cabo a través del sistema judicial. Una manera más sutil ciertamente, pero no menos burda.

Es este un modelo de persecución política por la que el Ecuador se ha hecho harto conocido. Pocos países como el nuestro han logrado desarrollar esta suerte de especialización: el uso de las instituciones judiciales para los más variados fines –electorales, partidistas, políticos, etcétera– excepto los de la justicia. Es por ello que para los gobiernos extranjeros, como los de Costa Rica, Panamá, entre otros, no ha sido complicado entender la situación por la que han atravesado muchos ecuatorianos cuando han solicitado asilo. En esta materia nuestro país tiene una marca internacional de calidad, si se quiere. Ahórrese explicaciones. Si viene escapándose del Ecuador, asilo garantizado. No se preocupe. Llene estos formularios y espere tranquilo unos días.

Si bien técnicamente la decisión de un país de concederle asilo a un perseguido no debe entenderse como un juicio de valor sobre el gobierno del que viene escapándose, dicha valoración parece inescapable. Al fin de cuentas el país receptor tiene que analizar la situación del peticionario a la luz de ciertos estándares –que incluyen algunos de origen internacional– antes de tomar una decisión.

Los culpables de esta imagen vergonzosa que tiene el Ecuador en el exterior no son sus políticos realmente. O al menos no son los únicos. La gran carga de responsabilidad recae en esa pléyade de jueces y magistrados que han desfilado anónimamente por nuestros tribunales y que, salvo contadísimas excepciones, han optado por ponerse al servicio de los dueños del país de turno.

No es una coincidencia que en aquellas naciones donde existen sistemas judiciales independientes el fenómeno de ver a sus nacionales forzados a solicitar asilo político en países extranjeros es un fenómeno prácticamente desconocido. La razón es simple. En esos países el juez es el mejor escudo que tiene el ciudadano frente al poder político, mientras que en Ecuador parece ser que es la principal arma que tiene ese poder.

* El texto de Hernán Pérez ha sido publicado originalmente en el diario El  Universo.

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