Moneyball

Por Andrés Cárdenas
Quito, Ecuador

1: No sé nada de béisbol. 2: De niño ya vi suficientes películas “basada en hechos reales” como para saber que David le gana a Goliat, la voz en off me va a contar qué hacen hoy los protagonistas, y terminaré pensando, engañado, “si él pudo, por qué yo no”. 3: Brad Pitt y su rubia cabellera sonríen en los afiches. Esto auguraba una película menos interesante que el queso de los nachos y con fecha de expiración en minutos. Error. Moneyball vale la pena y sobresale en la pálida cartelera ecuatoriana.

La película trata de la historia de Billy Beane, gerente de los Oakland Athletics, clásico equipo de escaso presupuesto pero buena campaña al que desmantelan al final de temporada. Beane conoce a Peter Brand, economista de Yale, quien aplica métodos estadísticos para la evaluación de jugadores, distintos al arcaico olfato de los cazatalentos, y confía en que hay un equipo campeón al alcance de su bolsillo. Ambos aplican esa técnica “hasta las últimas consecuencias”, lo que les vale no pocas enemistades y críticas.

Moneyball tuvo muchos problemas de escritura y producción. Teniendo a Soberbergh como director, a Zaillian como guionista y a Pitt a bordo, Columbia Pictures estuvo a punto de abandonar el proyecto. Al fin los dos primeros fueron reemplazados, y se contrató a Bennett Miller para la dirección y a Aaron Sorkin para que reescribiera el libreto. El resultado es una película inteligente, sobre uno de los deportes menos populares y menos seguidos fuera de Estados Unidos, con diálogos muy bien esculpidos y actuaciones de alta calidad. Hay muy pocas escenas deportivas y textos acelerados a lo Red Social.

Casi al final del filme, Brand nos muestra en su laboratorio informático una bella metáfora sobre un bateador gordo que tenía pánico de pasar segunda base: “Conectó un jonrón y ni cuenta se dio”. Y cierra con la canción que interpreta dos veces la hija de Beane (“You’re such a loser, dad. Just enjoy the show”). La película tiene mucho de eso. De gente que cambia la historia sin darse cuenta, y de nuestra inevitable situación de perdedores.

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