Marcha atrás de Rafael Correa

Por Emilio Cárdenas
Buenos Aires, Argentina

Como era de esperar, Rafael Correa terminó mal uno de los capítulos centrales de su aventura en procura de sofocar la libertad de prensa en Ecuador. Fue obligado a dar una precipitada -y disfrazada- marcha atrás estratégica en su vergonzosa persecución al diario «El Universo», a tres de sus directivos y a uno de sus ex columnistas.

Fingiendo magnanimidad, Correa anunció, no sin cinismo, que los «perdonaba». No dijo que desistía de su presunto derecho y de las acciones ya iniciadas. Ni que sus abogados renunciaban al cobro de los astronómicos honorarios que les fueran regulados por el tribunal que condenara a «El Universo».

Después de haber obtenido -mañosamente- una sentencia que de haberse cumplido hubiera enviado a los directivos del diario en cuestión a la cárcel, acompañados del columnista también perseguido y obtenido además una gigantesca indemnización personal, por presuntas injurias (hablamos de la friolera de cuarenta millones de dólares), el presidente ecuatoriano advirtió que entraba en un pantano profundo y sin salida, con un elevado costo de imagen que no estaba dispuesto a pagar: el de mostrar al mundo entero su autoritarismo.

Ocurre que las cosas se le habían complicado mucho. En primer lugar, una jueza de su país está ahora en Colombia, solicitando -desde allí- protección cautelar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, porque simplemente teme por su vida. Ella es quien asegura que la larga -aunque insólitamente veloz- sentencia condenatoria de primera instancia pronunciada contra «El Universo» no habría sido escrita por el juez actuante, sino que presuntamente ha sido elaborada por los letrados del presidente. El fiscal de Guayas investiga ya este posible fraude judicial.

Además, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos había, con toda celeridad y diligencia, solicitado a Ecuador que suspendiera los efectos de la sentencia que condenaba a «El Universo» y a sus directivos y al periodista responsable de la nota que enojó a Correa. Lo que ocurrió con eficacia en la acción, aún antes de que la sentencia fuera siquiera notificada.

Cabe recordar que Correa estaba asimismo tratando de generar en la región un viento a favor para restringir las facultades de la Comisión, esto es para cortarle las alas, conciente de que -cumpliendo con su mandato- la Comisión podía interferir en sus planes de someter a los medios de comunicación independientes.

Y eso es lo que efectivamente sucedió, demostrando la eficacia del mecanismo cuyas facultades y responsabilidades debieran ahora fortalecerse, en lugar de debilitarse.

Cabe hacer una mención muy especial al coraje de una joven mujer colombiana, de profesionalidad impecable: Catalina Botero, la relatora especial para los temas de libertad de prensa, quien en función de la innegable gravedad de la situación, no se dejó amedrentar por las amenazas y asperezas de Rafael Correa y los suyos, e hizo lo que correspondía: o sea defender la libertad de pensamiento y de opinión.

La libertad de prensa está hoy amenazada no sólo en Ecuador, sino también en distintos lugares de nuestra región por quienes comparten con Correa una ideología de corte totalitario que predica un discurso único, no tolera las críticas, ni admite las disidencias.

Frente a esta circunstancia, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos cumple, queda visto, una función absolutamente vital: la de defender la libertad sin la cual todas las demás quedan inmediatamente expuestas a la arbitrariedad. Ella es capaz de frenar excesos similares a los de Correa que han aparecido en otros rincones de nuestra región, incluyendo en la República Argentina.

Su labor ha sido tan eficaz que hasta ha puesto en duda la afirmación del notable filósofo Yzvetan Todorov, quien en su notable último libro («Los enemigos íntimos de la democracia», 2012) sostiene -no sin buenas razones- que «un órgano de prensa es infinitamente más débil que el Estado, razón por la cual no hay razón alguna para limitar su libertad de expresión si critica al primero». Eso es así. Pero en aquellas regiones, como Europa o la nuestra, en las que desde el nivel regional se pueden impedir o corregir los abusos cometidos por los autoritarios a nivel nacional, las cosas pueden no resultar tan fáciles para aquellos que pretenden ahogar las críticas y sepultar el pluralismo, que naturalmente supone poder contar con opiniones divergentes.

Además de las razones antes apuntadas, el director de «El Universo», Carlos Pérez, había obtenido ya asilo político en Panamá. El mismo había sido otorgado por el presidente de este país: Ricardo Martinelli, para lo cual debía otorgarse un salvoconducto para que Pérez pudiera abandonar la sede diplomática panameña en Quito, que Correa -pese a su obligación internacional, derivada de la Convención de Caracas de 1954- se negaba a otorgar, aún luego de que hubiera sido solicitado por la representación diplomática panameña en Quito. Una nueva complicación internacional se acumulaba a las ya descriptas para Correa.

Por todo esto la precipitada marcha atrás, disfrazada de perdón. Que no engaña a nadie, sino que define al personaje que ha salido derrotado en su intento, de quien se deben esperar nuevos y arteros embates en procura de tratar de someter a los medios de comunicación masiva. Para así evitar las críticas y obtener una impunidad total.

* Emilio Cárdenas es un ex embajador de Argentina ante las Naciones Unidas. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario La Nación, de Buenos Aires.

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1 Comment

  1. El embajador Emilio Cárdenas, ¿Está relacionado con «El Clarín»?  ¿Es miembro de la partidocracia corrupta?  ¿Obedece a órdenes de los poderes oligárquicos de su país? 
    Ya saldrán los robolucionarios a desprestigiarlo.

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