“Sic transit gloria mundi”

Por Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

De todas las fotografías que se publicaron terminada la dictadura, hay una que recuerdo con especial interés, una nítida visualización de la fórmula: “Sic transit gloria mundi” (Las glorias de este mundo son pasajeras). La imagen muestra nada más que una cama y en ella, acostado boca arriba, los ojos cerrados, cubierto con una sábana, la cabeza levantada por varias almohadas, está Pastor Coronel, el tétrico jefe del Departamento de Investigaciones al servicio del régimen de Stroessner.

La información completaba el cuadro: Coronel sufría de un asma tan agresiva que no podía hacer el más pequeño movimiento pues sus bronquios y la enfermedad no se lo permitían. Era el innegable “Sic transit gloria mundi” de quien acumuló una cantidad enorme de poder al perseguir, sistemáticamente, a todos los enemigos del régimen. Por sus salas de tortura pasaron muchos; también fueron muchos los que allí se quedaron.

Verle así postrado no puede satisfacer el anhelo de venganza de nadie. Era imposible no recordar todas aquellas veces que nos citaba a su despacho, en un segundo piso, balcones sobre la calle Presidente Franco donde se deshacía en medio de las más estremecedoras amenazas si no moderábamos el tono de nuestras críticas al régimen. En todas esas ocasiones, en un momento determinado, se llevaba las manos a la cintura mientras se abría el saco y dejaba ver el revólver que llevaba metido en el cinto, o bien la sobaquera, dependía de lo que tocaba ese día.

Estas mismas imágenes se me presentaron al ver hoy a la mañana, en la prensa española, fotografías del sátrapa sirio Bachar el Asad festejando con sus seguidores la derrota de sus enemigos; un triunfo que sólo él sabe. ¿Se puede considerar “victoria” el haber asesinado a 8.000 compatriotas, 8.000 civiles entre los que se cuentan por centenares mujeres, ancianos, niños, con un tiro en la cabeza después de haber sido torturados, a veces quemados vivos? Las cifras oficiales, aunque no definitivas, de Naciones Unidas son elocuentes: 30.000 sirios han buscado asilo en países vecinos como Turquía, Jordania y Líbano, después de sortear campos sembrados de minas para evitar, precisamente, que la gente huya del país. Hay que sumarle luego las 300.000 personas que han abandonado sus casas, sus pueblos y huyen por el campo tratando de esconderse de la mirada inmisericorde de las tropas especiales que comanda el no menos cruel hermano de El Asad.

Una enorme curiosidad siento en estos casos por conocer los mecanismos de funcionamiento del cerebro de uno de esos grandes criminales en serie. ¿Es el poder tan adictivo, capaz de llevar a cabo tales matanzas en masa?

Cuentan quienes pudieron escapar con vida de Homs, al oeste del país, que después de bombardear la ciudad durante un mes, sin interrupción, todo el día todos los días, el ejército entró a realizar una “limpieza” casa por casa, con fusilamientos sumarios, violación de las mujeres, asesinatos innegables.

Un poco antes o un poco después –ojalá que antes– Bachar el Asad tendrá que asumir la responsabilidad de estos crímenes. ¿Qué cara pondrá este hombre que hoy vemos soberbio e inconmovible? ¿Tendrá la cara de Gadafi cuando fue quitado a rastras de una cloaca donde buscaba esconderse? ¿Tendrá la cara de Hussein cuando fue hallado escondido en un pozo en el que no podía ponerse de pie, con un pequeño ventilador para mitigar el calor del desierto? ¿Tendrá la cara de Bin Laden cuando se enfrentó a la fuerza militar de élite norteamericana?

Nada parece disturbar su sueño, mientras los crímenes no hacen ni siquiera un alto para descansar en la calle. Bachar el Asad cuenta con el respaldo de Putin, el ex agente del KGB soviético, versión especializada del departamento que dirigía Pastor Coronel. Quizá el reelegido presidente ruso se diga para sus adentros lo de aquel presidente norteamericano refiriéndose a los Somoza de Nicaragua: “Es un hijo de puta, pero es nuestro amigo”. Ya lo dijo el viceministro de Defensa ruso: “Rusia disfruta de una intensa cooperación militar con Siria, y no vemos razón para interrumpir el suministro de material y la aportación de asesoramiento técnico”.

Las glorias de ese mundo también serán pasajeras para Bachar el Asad y toda su familia que aun hoy, en medio de esta desolación y esta tragedia, siguen llevando una vida de lujo y derroche. Lo duro de admitir es que hasta que se produzca ese quiebre, seguirán muriendo centenares de inocentes.

* Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en ABC, de Asunción, Paraguay.

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