Me reservo el derecho a disentir

Por Ana María Garzón
Quito, Ecuador

Las ideas pueden ser incómodas. Siempre es más sencillo estar de acuerdo con lo políticamente correcto y pensar dentro de ciertos esquemas. No salirse de las líneas. Así te enseñan a pintar en kinder y es más fácil actuar así en la vida adulta. Todo dentro del marco para que no desentone, para que sea fácil de digerir.

Esos contratos que en la cláusula de letras diminutas dicen: usted acepta no pensar fuera de la norma y acatar todo sin dudar, son un portazo al diálogo y a todo aquel que no acate el manual . Así como Stalin mandaba a borrar de las fotos a los personajes que se atrevieron a disentir, es más fácil borrar las ideas que no cumplen con lo políticamente correcto. No tenerlas en cuenta, porque son molestas, quitarles valor y hasta pedirles credenciales que les autoricen a circular…

Eso es triste. Anula la creatividad, la gracia de pensar y discutir las ideas. No soy activista de nada ni hincha de ningún equipo de fútbol. Tampoco soy religiosa. No cargo la bandera de ningún «ismo», aunque sus causas sean válidas y justas. Es más, si muchísima gente está de acuerdo con algo, es un detonante para que empiece a cuestionarlo. No por llevar la contraria, sino por tratar de entender, por saber qué me hace dudar y elegir con qué me quedo. Esa es la única manera en que concibo las ideas.

Algunos libros tienen la gracia de cambiarte la vida. Cartas a un joven disidente (Anagrama, 2003) fue uno de esos que sacudió la mía. De Hitchens se aprende a no dar nada por sentado. Ninguna idea es unívoca y hasta en las causas que parecen absolutamente justas, es posible pensar fuera de las normas. Un editor que fue mi maestro y amigo decía siempre que a la gente hay que sacudirle la cabeza. Esas violaciones intelectuales implican remover lugares comunes, respuestas de cajón y miradas que reconocen sólo blanco y negro. De él aprendí a dudar hasta de mis ideas, a cargar siempre unos cuantos libros para refrescar y sostener mis pensamientos, para tratar de entender lo que veía.

Pero ese ejercicio, aunque divertido para quien lo ejerce, se vuelve tedioso cuando las respuestas de quienes no están de acuerdo son intentos de imposición de ideas. ¿Por qué no entender que alguien puede pensar distinto? Y no pasa nada cuando alguien no está de acuerdo. Varían los tonos de grises nada más. El maniqueísmo es triste: estás con nosotros o estás con el enemigo. Y, en cualquiera de esas dos zonas se manejan discursos cerrados y si alguien intenta hablar tiene dos opciones: es validado (da la lección, presenta su bibliografía y acepta el discurso) o se lanza al paredón.

Entre las opciones, creo que la única que favorece la coherencia intelectual es el paredón. La hipermodernidad —esa descrita por Gilles Lipovetsky que llega al país en cuentagotas y sólo a quien quiera abrazarla— se construye con individuos informados que organizan sus sistemas con fragmentos: toman de aquí y allá lo que les interesa. Lipovetsky no habla de desidia ante las supuestas grandes causas, todo lo contrario: cree en la capacidad de informarse, segmentar y armar los criterios a conciencia. Ahí radica la capacidad de disentir, de obligarse a pensar. Si hay que alinearse en un equipo, me quedo en ese, en el de los disidentes.

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9 Comments

  1. Interesante artículo, muy ilustrativo, yo le pondría como título Me reservo el derecho a pensar por mi mismo y no ser parte de la manada.

  2. Interesante artículo, muy ilustrativo, yo le pondría como título Me reservo el derecho a pensar por mi mismo y no ser parte de la manada.

  3. Aplicando ese derecho… disiento con usted…. 
    Yo creo que los apegos, los «ismos», nos humanizan, permiten definirnos, y les permiten entender a interlocutores nuestros el contexto de nuestras ideas. Lo importante es guardar las coherencia con los «ismos» con los que decimos identificarnos.
    Yo creo que solo las máquinas serían ajenas a antipatías y empatías.

    • Guardar coherencia con los «ismos»? Es decir según su apreciación todo tipo de fundamental»ismo» nos humaniza?, seguro será porque todo «ismo» desborda humanas pasiones y nos definen tanto que nos estancan el el «ismo» sin permitir apertura a la más amplia expresión de humanismo. La tolerancia.
      Yo creo más en el «ni tan, ni muy», sin llegar a la tibieza de la abstención.

  4. Aplicando ese derecho… disiento con usted…. 
    Yo creo que los apegos, los «ismos», nos humanizan, permiten definirnos, y les permiten entender a interlocutores nuestros el contexto de nuestras ideas. Lo importante es guardar las coherencia con los «ismos» con los que decimos identificarnos.
    Yo creo que solo las máquinas serían ajenas a antipatías y empatías.

  5. Aplicando ese derecho… disiento con usted…. 
    Yo creo que los apegos, los «ismos», nos humanizan, permiten definirnos, y les permiten entender a interlocutores nuestros el contexto de nuestras ideas. Lo importante es guardar las coherencia con los «ismos» con los que decimos identificarnos.
    Yo creo que solo las máquinas serían ajenas a antipatías y empatías.

  6. Aplicando ese derecho… disiento con usted…. 
    Yo creo que los apegos, los «ismos», nos humanizan, permiten definirnos, y les permiten entender a interlocutores nuestros el contexto de nuestras ideas. Lo importante es guardar las coherencia con los «ismos» con los que decimos identificarnos.
    Yo creo que solo las máquinas serían ajenas a antipatías y empatías.

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