Siria sin solución

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

Turquía acaba de cerrar su Embajada en Damasco. Las razones son claras: degradación de las condiciones de seguridad en Siria. Con su decisión, Ankara se alinea con los países de la Unión Europea: Francia, Italia, España, Holanda, Reino Unido; los EE.UU y seis monarquías árabes del Golfo Pérsico. Pero la matanza desencadenada por el régimen de Bachar El Asad contra su población continúa y no se ve por el momento posibilidades de que sea cortada. Hay una parálisis de los países occidentales, explicable pero no justificable, por las lecciones del caso libio tanto como por la oposición de Rusia y de China en las Naciones Unidas a la condena del régimen sirio. Ciertamente, no es la primera vez que Siria se vuelve campo de batalla de las potencias mundiales, occidentales y orientales. Alain Gresch de Le monde diplomatique ha recordado el libro del periodista inglés Patrick Seale, aparecido en 1965, The struggle for Syria, donde dicho país aparece como el centro de los enfrentamientos en el Oriente Medio entre los EE. UU y la URSS durante la guerra fría por la hegemonía internacional y de Egipto con Arabia Saudita por la regional.

El régimen de Bachar el Asad tiene ahora una excusa para justificar los terribles ataques que libra contra su propia población: la existencia del «Ejército libre de Siria», que le proporciona la carta a nivel internacional de que su gobierno está librando una guerra civil contra un enemigo armado. No se trataría entonces ya de matanzas contra civiles sino de la lucha contra un grupo armado. Eso significa que el número de muertos, – mujeres, niños, ancianos-, seguirá aumentando ante el silencio del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, paralizado por la posición de Rusia y de China.

El caso de Libia está influyendo en las decisiones de los países occidentales. El régimen surgido después de la derrota de Khadafi reconoce el apoyo que le dieron para triunfar algunas de las potencias occidentales. Pero no olvida tampoco sus indecisiones y sobre todo el respaldo que esas mismas potencias le dieron durante décadas al dictador, haciendo, como dice José María Ridao de El País, «tabla rasa tanto de sus crímenes como de sus payasadas».

En cambio, el apoyo permanente que hasta ahora le han brindado Rusia y China al régimen sirio se debe a cálculos de hegemonía y de poder regional y no a disputas ideológicas.

En ese sentido es notable la «ingenuidad», por decir lo menos, de quienes pretenden explicar todavía las alineaciones internacionales por cuestiones de principios o de ideología. ¿Para qué recordar a Stalin firmando con Hitler el pacto de paz previo a la II Guerra Mundial para repartirse mejor a Polonia? Por algo la enseñanza de la historia ha sido excluida de colegios y de universidades.

¿Por qué se le da tanta importancia a lo que pasa en Siria cuando se olvida las carnicerías que están ocurriendo en otros países de Asia o de África de las que no se dice nada porque no hay intereses en juego? El sofisma no dura mucho: ¿Por qué no preguntar eso a los familiares de los muertos en Siria?

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