No más cocteles sin Cuba

Por Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

Luego del escándalo internacional por el juicio contra El Universo, Correa ha llamado la atención del mundo hispanohablante por su resistencia a acudir a la próxima Cumbre de las Américas en Cartagena. Sus razones: no hubo “consenso” —léase, autorización de Washington— para invitar a Cuba y prefiere quedarse trabajando en Ecuador antes que perder el tiempo en reuniones donde no se va a decidir “cosas importantes”. Luego de una serie de aplazamientos, se espera para el próximo lunes su decisión final, pese a que el presidente Hugo Chávez ya dijo que los miembros del ALBA —bloque que integra a Cuba— sí asistirán una última vez para protestar por la exclusión yanqui contra el país hermano.

En la superficialidad que habitualmente aqueja a la retórica latinoamericana, creo que el discurso de Correa mezcla una gran dosis de verdad con contradicciones insalvables.

Es razonable que Correa dé más importancia al trabajo que reclaman los asuntos internos del Ecuador, por encima de cumbres regionales que, en la mayoría de las veces, se limitan a declarar una serie de fórmulas insignificantes. Ese es un problema fundamental de naciones que dicen buscar un proceso de integración, pero no parecen estar dispuestas a ceder un ápice de soberanía en espacios políticos comunes. Basta mirar el pobre papel que juega la OEA en la defensa continental de la democracia y el iluso rol de la flamante CELAC, que Chávez bautizó como un “gigante”, pero no sirve para nada más que tomar cocteles sin los Estados Unidos. La contradicción está, sin embargo, en que Correa siempre ha participado en estas reuniones vacías con una comodidad tal que es difícil explicar ahora su repentina aversión.

Por otro lado, Correa tiene razón en que es absurdo perpetuar contra Cuba una política aislacionista en su propio continente cuando, nos guste o no, una buena parte de los gobiernos de la región son afines al gobierno de los hermanos Castro. Y peor aún cuando el bloqueo a Cuba no tiene mayores razones que la continuidad autómata de una cuestionable política exterior de EEUU, exacerbada en un periodo electoral que le impide a Barack Obama tomarse una foto cerca de Raúl Castro, so pena de ser linchado por la oposición republicana. En este punto, al buen estilo imperial, la agenda latinoamericana ha sido definida por los comicios internos de EEUU.

Excluir del todo al régimen cubano no parece una buena idea en el siglo XXI: condenar el totalitarismo en Cuba no impide colaborar en otros temas —por ejemplo, salud o educación— que redundarían en beneficio de los ciudadanos latinoamericanos. ¿Es legítimo impedir una mejor cooperación regional de políticas públicas, marginando a Cuba por no respetar las libertades civiles, cuando esa estrategia tampoco va a mejorar su situación interna de derechos humanos? Puede que no, pero es insólito que los reclamos para integrar a Cuba no vayan de la mano con presiones razonables para que Cuba firme, por ejemplo, la Carta Democrática de la OEA u otro instrumento similar.

En los tiempos de hoy, si queremos integración, no podemos pensar en la soberanía nacional como un valor absoluto: si Cuba quiere participar de una Cumbre de las Américas, ¿no es lógico exigir que suscriba un tratado donde se obligue a reconocer derechos fundamentales como la libertad de expresión, que hoy sigue siendo aplastada por la dictadura en la isla? Por supuesto, eso no va a pasar en una región donde la hipocresía de muchos gobiernos se preocupa más por atacar el “imperialismo” que por defender las libertades de sus gobernados.

Estas reflexiones plantean debates interesantes y necesarios. Sin embargo, más allá de la legitimidad o no de las razones de Correa, su postura lo ha llevado a una encrucijada. Si no va a la Cumbre, quedará como un niño rebelde ridiculizado por sus propios amigos del ALBA, que sí asistirán. Y si va a la Cumbre, después de tanto haberse negado, pintará otra raya más al tigre en el errático guión de nuestra política exterior. Una vez más, la poca inteligencia del gobierno en las relaciones internacionales lo ha llevado a un callejón de donde solo se puede salir perdiendo.

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21 Comments

  1. Y habría que hacerles jurar a los cubanos de Fidel y Raul, sobre la santa bilblia, que ya no van a ayudar a los «compañeros revolucionarios» que quieren meter el estatismo con métodos armados. Cocteles sí, pero no de Molotov

  2. Aceptar que Cuba vaya a la cumbre de las Americas seria legitimar el
    dinosaurio alevoso y miserable del castrismo, validar una DICTADURA
    ATROZ  sostenida por mas de medio siglo, es tan simple como eso.

    Desde hace tiempo vienen invitando a Cuba a eventos de paises que al
    menos en papeles mantienen una postura Democratica para tratar de borrar
    de la memoria Latinoamericana la ignominia historica que significa la
    dictadura castrista. Tratan de borrar la miseria del pueblo cubano con
    fotos del dictador raul castro dandose la mano con los satrapas del club
    de chavez. Asi de TONTOS nos creen, asi de ILUMINADOS se sobrevaloran.

  3. La postura internacional de Rafael Correa es muy oportunista en beneficio de sobresalir por encima de los líderes actuales que o ya son octogenarios  o padecen de cáncer. No son posiciones erráticas sino muy calculadas en su propio beneficio y no del país como tal. Esta es la percepción que tengo. 

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