Sobre la Cumbre

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

La reciente Cumbre de las Américas celebrada el fin de semana pasado en Cartagena, Colombia, fracasó, -dicen algunos analistas, – porque no hubo consenso. Tanto, que no existió la consabida declaración final y en la foto de familia, como se suele llamar a aquella en que aparece todos los mandatarios, se notaron significativas ausencias. Aparte de ello, los presidentes Correa y Ortega no asistieron en señal clara de inconformidad por la no presencia de Cuba en el encuentro regional. La presidenta de Argentina, Cristina Kirchner regresó a su país antes del cierre de la cumbre. Y los Estados Unidos no cedió en dos de los tres temas considerados estratégicos, el reclamo de las islas Malvinas por Argentina y la presencia de Cuba en las próximas cumbres. No está claro su posición sobre el requerimiento mínimo encargado a la OEA de un informe sobre los resultados de la guerra contra las drogas, tal como se ha llevado a cabo en América Latina y donde los muertos, -esa es la triste verdad, – los han puesto los países productores mientras en los EE UU aparentemente no pasa nada.

Hay otro punto de vista. La cumbre fracasó, -si es que se puede hablar en estas condiciones de fracaso-, solamente en las expectativas desmesuradas que se hicieron políticos y analistas desconociendo la realidad de las misma. Hubo, -algo importante-, el tratamiento de problemas concretos y específicos que por primera vez se discutieron. Es lo que se pide en ámbitos más restringidos en sociedades e instituciones. Hablar de lo que está mal o con lo que no se está de acuerdo y no asumir un silencio cómplice. Se trató el tema de la droga y por primera vez se cuestionó oficialmente la concepción, estrategia y eficacia de la misma. Se planteó la preocupación por las Malvinas y la solidaridad con Argentina. Y se trajo el problema de Cuba y su presencia. Y sobre todo que el tratamiento de estos temas no fue cuestión de los gobiernos autodenominados de izquierda sino expresión también de los otros, los que se mueven dentro de las reglas de juego de las democracias formales, y cuyos presidentes se consideran mortales, es decir, seres que tienen un encargo temporal, – no hasta que la muerte los separe, – y que no pueden arrogarse por tanto la representación permanente de los intereses populares.

En ese sentido, América Latina asumió la posición de interlocutor. Lo demás son anécdotas. No es la primera vez que Cristina se va antes de que una cumbre termine. Ahora sabemos que al día siguiente tenía anunciado la expropiación de la petrolera IPF. Si creemos a las declaraciones oficiales, – y no habría por qué no hacerlo, – el presidente Chávez terminó no asistiendo por razones de la enfermedad que padece y no por otra causa. Juan Manuel Santos apareció como un líder regional para el cual no hay temas vedados y con quien se puede hablar de todo. Esa es la concepción moderna del liderazgo, no la del que impone su criterio sin respetar diferencias. Como siempre, el problema pendiente es qué va a pasar con los mandatos de la Cumbre. Sobre todo el de las drogas encargado a la OEA.

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2 Comments

  1. A mi criterio la cumbre fue un fracaso aunque quieran decir otra cosa los analistas autodenominados «democráticos». Lo único rescatable fue que con la inasistencia inteligente del presidente Rafael se puso sobre la mesa los temas referentes a Cuba y algo de las Malvinas, aunque como siempre se impuso la tesis sostenida por Estados Unidos con complicidad de Canada.
    Y aunque los analistas de derecha quieran por todos los medios posicionar al presidente Juan Manuel Santos como un lider latinoamericano digno de emular, por encima de los «Populistas del siglo XXI», no lo han conseguido.

    Una vez mas presidente Rafael ha logrado con sus planteamientos y acciones reafirmar su coherencia política y a la vez demostrar que esta sintonizado con el clamor de los ciudadanos de la patria grande.

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