Vengadores y fariseos

Por Martín Santiváñez
Lima, Perú

A nuestros progres les encanta el cargamontón. Forma parte de su sicología, tan propensa al colectivismo. Todo lo ven sóviet mulero, asamblea de conspiradores, club jacobino. Les aloca el telefonazo para coordinar, la argolla mermelera, la liga de la justicia caviar. En el fondo, nuestros progres -tan tiernos ellos- se alucinan miembros (y «miembras» si son feministas) de «los Vengadores», el culebrón de superhéroes que hipnotiza a los quinceañeros. A mí no me engañan. Hay varios que se computan los «Iron Man» del caviaraje y «las viudas negras» del pensamiento único. Stan Lee, ¡contempla la fauna que nos has dejado!

Así las cosas, no me sorprende en absoluto la hipocresía con que han reaccionado los que odian a la Iglesia en torno al caso Garatea. Se trata, por supuesto, de una actitud predecible que denota la doble moral de nuestros progresistas en torno a la religión. Se pasan la mitad del día insultando y ridiculizando a la Iglesia, alardeando orgullosamente que no les importa lo que digan o hagan los cristianos en sus templos. Sin embargo, no pierden ocasión de rasgarse las vestiduras cuando se trata de criticar un pronunciamiento eclesiástico. No se contentan con vivir de una manera determinada. Ahora buscan imponer su particular interpretación del cristianismo a la Iglesia Católica. ¡Qué caraduras! Resulta que las niñas del exorcista quieren explicarnos el catecismo decidiendo, a la fuerza, cuál es el Alfa y cuál el Omega. ¡Ya pues! No les basta con su proselitismo agresivo y soez. También exigen la dictadura de «SU» pensamiento único, silenciando el Código de Derecho Canónico, pisoteando la doctrina católica y ordenándole al Cardenal que deje de decir lo que la Iglesia le encomienda que diga.

Falange de hipócritas. ¿Acaso no es normal que los obispos orienten a los feligreses y sacerdotes en los asuntos de la fe? ¿No es esa su misión? ¿O ustedes, totalitarios, van a obligarnos a redefinir los poderes del Episcopado y los deberes de nuestros sacerdotes? ¿Piensan, en su locura, que los obispos están de adorno? No, amiguitos ateos y agnósticos. Se equivocan. El sarmiento sacerdotal no puede vivir alejado de la vid de la jerarquía. A diferencia de los altos cargos de las ONG que viven a tutiplén con el dinero de los gringos, los obispos católicos tienen la irrenunciable misión de confirmar en la fe a sus hermanos, gobernando a la Iglesia y nadando contracorriente, aunque ello implique ser signo de contradicción. Si a alguien no le gusta, puede optar por el cristianismo libre (como Schleiermacher) o abrazar (que Dios no lo permita) alguna de las herejías posmodernas que hoy nos infectan con su veneno sutil. Se puede entender que un creyente y/o practicante discrepe de la interpretación de la jerarquía, aunque no es de recibo el odio furibundo, el vómito verde de los falsos profetas de la libertad. Despotricar contra la Iglesia es el salvoconducto, la partida de bautizo, el sello bestial de la progresía. A propósito, mientras unos oportunistas organizan plantones, ¿dónde están los que la defienden?

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6 Comments

  1. Gracias, dijo lo justo y muy bien dicho.  Ojalá los progres, los que les queda un poco de cerebro, lean su magnífico artículo.

      • No los vi, desafortunadamente, lo que sí recibí de una progre ecologista una respuesta sobre el asunto Sayta que refleja su poco cerebro y su mucho apasionamiento, lástima de gente.

        • Respondieron con tristeza al ver que somos una sociedad muy conservadora «todavía».-
          Si todo ese apasionamiento lo pusieran en real práctica creería que tienen mucho potencial en el mundo pero veo que hablan y a la final son otros los que dan la cara, los que ponen las manos y el esfuerzo en hacer de éste mundo mejor.
          Saludos.

  2. ¡Bien escrito! ¡Hay que llamar las cosas por su nombre! Gracias por el artículo, firmeza y claridad es lo que estamos necesitando, a mucha gente le vence el complejo y el miedo de opinar a favor de lo evidente…gritemos juntos que «el rey está desnudo» si no lo hacemos, la ciudadanía, incluyendo los mas «estudiados» terminarán aplaudiendo la desnudez y la mentira.

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