Regulando hasta la Coca-Cola

Por Luis Fernando Ayala
Guayaquil, Ecuador

En días pasados el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, anunció la prohibición de la venta en la ciudad, de bebidas gaseosas en envases que superen las 16 onzas, con el objeto de frenar lo que denominó como una “epidemia de obesidad”. La medida que además incluye a las bebidas energizantes, té helado, y otras bebidas azucaradas, es rechazada ampliamente por los newyorkinos quienes ven en ella (con razón), un ataque a la libertad individual de personas adultas, que están en capacidad de tomar sus propias decisiones sin necesidad de que el Alcalde de su ciudad les diga qué pueden o no hacer.

Este no es el primer intento de Bloomberg de influir en los gustos y preferencias de los habitantes de Nueva York. Ya antes había logrado con éxito prohibir el consumo de grasas trans como la margarina y el uso de aceites vegetales procesados. A esto se suma la prohibición de fumar ya no solo en lugares cerrados, sino también en lugares públicos abiertos como parques y sitios de recreación. Su misma guerra contra las gaseosas había tenido una primera escaramusa, al intentar prohibir que los beneficiarios de subsidios de comida (food stamps), pudieran utilizarlos para comprar bebidas azucaradas; pero en esa ocasión el gobierno federal intervino para impedirlo. Ahora Bloomberg no debería tener inconvenientes, ya que la regulación de los envases está dentro de sus competencias.

Pero esta visión de que los políticos están en mejor capacidad para decidir lo que los ciudadanos deben o no comer (o beber), no se limita únicamente a la gran manzana. Por estas tierras, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud Pública, publicaron en abril del 2010 el acuerdo interministerial 0001-10, que regula el funcionamiento de los bares escolares del sistema educativo nacional (lo cual incluye a colegios y escuelas privados).

Este acuerdo además de establecer la existencia de Comités Nacionales, Provinciales y locales para velar la aplicación de sus normativas, prohíbe la venta de varios productos por considerarlos nocivos a la salud de nuestros niños y adolescentes, entre los que se encuentran: las papas fritas, las papas con cuero, los caramelos, los chicles, la yuca frita, los maduros, las bebidas hidratantes y por supuesto las gaseosas. En cambio, “sugiere” la preparación de ciertos alimentos tradicionales como: el arroz con pollo, las humitas, el mote pillo, el bistec de hígado, etc.

El mencionado acuerdo no especifica cuáles fueron los criterios que le llevaron a determinar qué comidas típicas ingresaban a esta especie de lista blanca, ya que llama la atención que se incluyan platos ricos en grasas como el encebollado y las empanadas de viento, y se deje fuera a otros tan deliciosos como el seco de chivo y la fritada.

La preocupación de ciertos políticos por velar por la salud de la población puede resultar comprensible, dados los altos costos para los sistemas de salud públicos, de las enfermedades asociadas con la obesidad. Sin embargo, ni siquiera existen estudios concluyentes que determinen una relación estrecha entre el consumo de gaseosas y un incremento en el índice de masa corporal. De hecho, un estudio realizado en 2008 por la Asociación Americana de Nutrición Clínica, determinó que no se encontrarían relacionados.

Hay mucho que se puede hacer para ayudar a que las personas tengan mejores hábitos alimenticios, pero pasa más por contribuir a que tengan mejores niveles de educación y cultura, antes que el establecimiento de prohibiciones, que en muchos casos terminan generando efectos contrarios.

Por más loables que puedan resultar sus intenciones, a los políticos hay que recordarles que jamás pueden irse en contra de los derechos más fundamentales de los individuos, entre los que reivindico sin lugar a dudas, el derecho a tomar coca-cola. Y si el problema son los costos que genera la obesidad, más eficaz sería el establecer un impuesto a la gordura, que sirva para cubrir dichos costos y que de esta forma no terminen pagando justos por pecadores, o mejor dicho flacos por gordos.

Más relacionadas

5 Comments

  1. Excelente artículo Luis Fernando. Se te olvidó una cosa: la absurda prohibición en Ecuador de vender bebidas los domingos. El gobierno toma decisiones por nosotros, siendo una especie de padre protector que nunca confía en nuestras decisiones. Cada día se contribuye más a la relativización de los los derechos inclaudicables (libertad, propiedad y vida) siendo el Estado quien nos ordena cómo ejercerlos. ¿Y si quiero tomarme un vino al comer con mi familia un domingo? Nah, no puedes. Elhers piensa que es nocivo y ya está. «Alégrense que nos preocupamos por ustedes».

  2. Los políticos necesitan trabajar más en los consensos, creando incentivos tributarios para una industria alimenticia más saludable, por ejemplo, e invertir más en educación en la salud. Pero estas medidas no ofrecen réditos políticos inmediatos, así que es mejor optar por este tipo de imposiciones restrictivas. Como dato, las aseguradoras en los EUA están aplicando un incentivo en las pólizas de salud a los fumadores que inicien un programa para dejar el cigarrillo.

  3. Hay que insistir en esta línea crítica. Porque efectivamente es a título del «bien vivir», de la salud pública, de la verdad, de la tranquilidad, de la seguridad, de la buena consciencia social, de la lucha contra el engaño, etc, que se va conformando una red, un ejército de vigilancia, un sistema de monitoreo, de cada lugar y cada momento de la vida de todos. Es la estrategia de los nuevos amos, por el bien del pueblo, que buscan asegurar su perennidad en el gobierno.

  4. «La preocupación de ciertos políticos por velar por la salud de la población puede resultar comprensible, dados los altos costos para los sistemas de salud públicos», disculpe que discrepe con usted en esta frase de su magnífico artículo.  Los políticos no se preocupan de los costos de los sistemas de salud públicos, en nuestro caso lo hace por demagogia nacionalista, nada mas, es solamente para que la «bebida símbolo del imperio» no se consuma en el país, eso es todo, recuerde el proyecto de un diputado, no recuerdo si era de AP o de Pachakutic, quien decía que quería imponer «cuotas de producción» a las gaseosas porque Coca-Cola se llevaba mas del 85% del mercado, sin entender en su estrecha mente que es cuestión de elección de los consumidores.

    En lo que respecta a la salud, es cuestión de educación, yo he educado a mis hijos a escoger lo mas sano para su alimentación, sin impedirles un desliz de otras comidas, al cual les acompaño, faltaría mas, pues una hambuguesa o pizza no caen mal de vez en cuando, al igual que un grande y frío vaso de gaseosa.

    Si, me dirán los progres, la desaforada campaña publicitaria de Coca Cola, McDonald´s, Pizza Hut y todas las «marcas imperiales» guían nuestros gustos, recuerden cuando hablaron de la «propaganda subliminal» leyenda urbana nunca demostrada, pero a la final los comerciales son información, nosotros sabremos que consumir, es nuestro derecho.

    Ah, dirán los progres, ¿y el documental «Supersize me»?  Pues es verdad, si vas a alimentarte exclusivamente de los productos de una sola cadena de comida, pues te va a sentar mal, sería lo mismo que si vas todos los días a los agachaditos de Santa Clara y comes exclusivamente tortillas con hornado, guatita, ceviches, corvina frita con papas, etc. (ya me dió hambre) te vas a morir, y te aseguro que mas rápido que comiendo en Burguer King todos los días.

    Ningún ente estatal puede, ni debe, fastidiar a sus ciudadanos prohibiéndolo consumir esto o aquello, debe, si quiere cumplir un papel decente, educarle en que es lo mas conveniente para su salud, su desarrollo personal, pero sin obligarle o peor coaccionarle mediante leyes ridículas o prohibiciones estúpidas.

    ¿De qué ha servido la ridícula prohibición de beber los domingos impuesta por el ecologista, y budista lo hizo por eso estoy seguro, Elhers?  Pues solamente fastidiar a la gente, impedir que se venda de frente bebidas alcohólicas y que quienes las venden ilegalmente hagan un pingüe negocio basado en esta «prohibición criolla», y como me adelanté en decirlo en un blog, no llevará solamente a la venta ilegal de bebidas sino a la venta de bebidas ilegales, hecho que provocó decenas de muertos y que aún sigue, según lo informan algunos medios «corrugtos».

    El estado no es mi madre, ni es cura o pastor de iglesia, ni es nadie para prohibirme lo que a él le parece que «está mal».

Los comentarios están cerrados.