Espejito, espejito

Por Andrés Cárdenas
Quito, Ecuador

De las dos adaptaciones que han llegado este 2012 del tradicional cuento de los hermanos Grimm, “Blancanieves y los sietes enanitos”, me atrevo a decir, sin haber visto Blancanieves y el cazador, que Espejito espejito es la peor. Toda la promoción cayó sobre Julia Roberts, la malvada reina-bruja, quien ya debería pedir ayuda para escoger sus papeles y películas. Mirar, una y otra vez, la versión animada de 1937, es aprovechar mejor el tiempo.

Lo que pasa en Blancanieves es conocido: la joven princesa huérfana es enviada al bosque por su madrastra para un asesinato frustrado. El desenlace varía de acuerdo a quien lo cuenta: los Grimm (venganza contra la reina), Disney (vivieron felices para siempre) o, en este caso, el hindú Tarsem Singh con guión de Melissa Wallack y Jason Keller (vivieron bailando y cantando para siempre).

La historia fue reescrita en tono de comedia familiar, un poco irreverente con el clásico, en tono ligero. A lo Shrek. Es una apuesta válida que requería cambios interesantes. Por ejemplo, en esta versión Blancanieves es la que toma constantemente la iniciativa, tanto de recuperar su reino perdido como de conquistar al príncipe. Y aunque la actriz Lily Collins no es la más guapa del reino, es de lo rescatable de la película ya que encarna muy bien esa inocencia con que recordamos a la Blancanieves Disney.

Sin embargo el resultado general es un poco patético: una caricatura de reina-bruja que no llega a mostrar ni vanidad ni maldad, un príncipe ingenuo y poco inteligente (Armie Hammer), unos enanos bandoleros que usan zancos para atracar al que pase, un atípico espejito, etc. Aunque a ratos arranca un par de sonrisas, hay escenas de humor que dan vergüenza ajena (ver la sesión de belleza de la reina y la pócima de amor que toma el príncipe). Y ni hablar del baile final, que es una gratuita utilización del cliché “believe in love”. Una más en los más de cien minutos que dura.

En definitiva, Espejito espejito no tiene la magia de un cuento infantil, ni en lo visual ni en lo dramático, y vuelve a creer que los niños somos tontos.

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