Reformas arancelarias y espurias excusas

Por Esteban Noboa Carrión
Guayaquil, Ecuador

Una constante del gobierno de la Revolución Ciudadana ha sido el incremento sistemático de tributos siempre que se presente algún tipo de necesidad, que puede llegar a tener algún sentido forzado, o que puede más bien, como es de costumbre, tener una justificación de lo más absurda.

Hoy, el Gobierno lanza un nuevo paquete de reformas arancelarias con las más engañosas justificaciones. Las razones esgrimidas por el Comité de Comercio Exterior para las reformas llegan desde algo tan infantil como “queremos cuidar tu salud restringiendo la importación de vehículos” hasta llegar a un total contrasentido en la prohibición de traer más de un teléfono celular porque “hay que desarrollar una industria de reciclaje e impedir que los ciudadanos traigan los celulares por su cuenta y contribuyan con la contaminación tecnológica.”

La lista de espurias excusas para castigar al contribuyente es interminable. Y lo que realmente sucede -que es lo que tanto miedo les da aceptar- es que las razones no radican en una voluntad paternalista solidaria que, según ellos, necesitamos todos los ciudadanos por parte del Estado, sino que este Gobierno ha engordado tanto las arcas estatales, que ni bien cae un poco el precio del petróleo (su principal fuente de ingresos) se encuentra con un brutal déficit fiscal que no tiene cómo más recuperar si no se elevan los tributos. Y esta ha sido la constante durante los últimos años. Por eso subieron irracionalmente las tarifas eléctricas; por eso los vehículos, alcohol y cigarrillos cuestan casi un 200% más que su precio real; por eso se crearon los impuestos “verdes” (que yo no los identifico con la naturaleza, sino con la burocracia verde); por eso se castigó la salida de capitales; y auméntese a la lista cualquier otro bien que haya subido de precio producto de una alza tributaria.

Tampoco deja de sorprenderme que pretendan -no sin una pizca de cinismo e hipocresía- disfrazar el alza de tributos como una medida disuasoria para convencer a la ciudadanía en que deje de comprar ciertos productos. Bien sabe el Presidente -“experto economista”- que si suben los precios de productos inelásticos como los vehículos, estos no se van a dejar de vender, sino que lo único que consigue es que por el mismo precio, los ciudadanos estén condenados a comprar un vehículo de menor calidad, que contamina más y que a la larga les va a traer más problemas que beneficios. Igual sucederá con la venta de teléfonos celulares que, aunque su naturaleza económica sea distinta a la de los vehículos, la gente no va a dejar de comprarlos; y en lo único que el Gobierno estaría contribuyendo sería en limitar a los ciudadanos a comprarlos en las empresas que conforman el oligopolio de telecomunicaciones en el país, que elevan los precios de los teléfonos de una manera abusiva, creando así el mismo efecto que en la venta de los vehículos: igual compro un celular, pero de menor calidad porque el bolsillo no me lo permite.

Tanto se afanan en pregonar que sus medidas encuentran razones de interés público y que en última instancia contribuyen al Buen Vivir, que mirándolo desde un punto de vista real y sensato, no se encuentra justificación racional alguna en ellas. Son simples excusas para poder seguir financiando sueldos improductivos de la gigantesca burocracia que hoy en día gobierna. En lugar de incentivar al mercado dejando a un lado el proteccionismo radical de las fronteras económicas y hacer más flexibles las condiciones de inversión para que se produzcan empleos, se insiste en seguir aumentando el gasto corriente que para los ciudadanos sólo se ha justificado en la medida en que se han mejorado ciertos servicios básicos (unos más que otros) y se han hecho buenas carreteras… y pare de contar. Hasta ahí debería llegar su labor, si la hacen eficientemente. Pero esto ni siquiera ocurre. Por lo pronto, a pagar más tributos…

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