No les creo. Lo siento.

Por Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Sentado en una de las sillas del auditorio de lo que a alguien se le ocurrió llamar Corte Provincial de Justicia del Guayas, observo el acto que pretende ser solemne y formal, pero que para mi cabeza no pasa de ser una pieza teatral con un guión conocido y actores malos. Es la posesión de los jueces de la revolución.

Solo dos días antes, para que la función salga limpia, el fiscal provincial Antonio Gagliardo había exculpado a Juan Paredes, probablemente el ícono de la nueva justicia correísta. El símbolo que representa las verdaderas intenciones que se esconden detrás de un Gobierno que, por creerse popular, juega a ser intocable. El hombre que no contrarió las directrices que da el vocero sabatino, el que expulsa sus órdenes sin un destinatario fijo, solo para dejar en claro que sus deseos deben ser cumplidos por todos.

Allí estaba Fernando Yávar, integrante de la trilogía que nació por un consulta popular, nadie lo discute. Hablando de que este concurso es un ejemplo de transparencia y de valoración de méritos, no solo para Ecuador sino para toda Latinoamérica. Dice eso y yo no puedo evitar ese momento buscar en dónde está sentado Juan Paredes y tratar de encontrar coherencia en lo que ha dicho Yávar. No le encuentro ningún sentido viendo a Paredes y escuchando a Yávar. Lo siento mucho.

Como lo siento también por Antonio Gagliardo y por su jefe Galo Chiriboga. Dos hombres que deben representar la vindicta pública y que terminan secuestrados por ese mismo poder que los catapultó a sus cargos. Todo su esfuerzo, ese arduo trabajo que lo demuestran a diario, la valentía que ponen para encarar la delincuencia, quedan hecho polvo cuando, para su desgracia, les caen investigaciones que no les convienen a los de arriba. Esa incoherencia los mata. Ese miedo los condena a pasar a la historia junto a los fiscales de la partidocracia que tanta vergüenza causaron al país. Es el precio de la mala suerte, de que existan narcovalijas, de que aparezca el muñeco diabólico Chucky Seven.

Así que podrán gastar todos los millones de dólares que quieran. Podrán tomarse fotos junto a los nuevos edificios, bien bonitos, pintaditos, con aire acondicionado. Aplausos; pero cuando inauguran una mole guapa de cemento, no están inaugurando la justicia.

No quiero ser injusto. Debe haber entre los nuevos jueces aquellos que se ganaron por méritos sus cargos. Compitieron, sacaron buenas notas, quieren ser jueces probos y hacer carrera. Los felicito.

Algunos deben tener la firme convicción de no rendirse a las presiones, han de tener claro que la independencia de poderes es necesaria, que deben actuar en Derecho, que darle a cada quien lo que le corresponde es la máxima del Derecho que están obligados a cumplir. Les deseo suerte. No debe ser fácil, ciertamente, abstraerse de una realidad cruel que castiga a los resabiados y premia a los leales, como tantos ejemplos hemos visto.

Como no es fácil sentarse en una ceremonia de estas y hacer de cuenta que no ha pasado nada, que lo que uno está viendo es real, que todo lo que allí se dice es cierto. No puedo, lo siento.

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2 Comments

  1. Nadie, don Marlon, puede ser ciego a la injusticia con la cual opera la justicia en Ecuador, bueno excepto aquellos que le deben algo a quien organiza esta injusticia.

    Como dice usted debe haber entre todos ellos muchos, espero que sean mayoría no lo creo, que están ahí honradamente, por méritos y conocimientos, pero la mancha de la elección de otros por favores desvanece cualquier buena intención.

  2. Marlon felicitaciones. Es la sensación que todos los ecuatorianos libres y criticos tenemos. No hay el mas minimo asomo de coherencia entre lo que dicen y hacen. Ya las palabras y los dicursos son solo eso. Antes habian hechos que se expresaban con palabras y discursos, hoy los discursos y las palabras son basados en ficciones, como los cuentos para los niños, como el de Alibaba y los 40 ladrones.

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