«Siempre igualitos…»

Editorial del diario ABC Color
Asunción, Paraguay

Con esta exclamación, entre burlona y despectiva, Fernando Lugo se refirió a los periodistas que lo entrevistaron al acabar su audiencia en la oficina fiscal que investiga los hechos sucedidos el pasado día 22 de junio, en ocasión de haberse reunido con militares paraguayos en el Palacio de Gobierno los cancilleres de países vecinos que vinieron a Asunción para impedir su destitución.

Cumpliendo con su trabajo como corresponde, los periodistas destacados en el lugar le interrogaron sobre su reciente declaración en la fiscalía, tal como es corriente hacer en todos los casos en que, como el suyo, está clara e incontestablemente involucrado el interés general.

“La fiscala les va a informar”, agregó, declinando su responsabilidad de responder a los requerimientos informativos destinados a esa sociedad que, en mayoría, alguna vez lo votó y le confió sus anhelos y que en este momento, según se ve, parece interesarle muy poco.

Lugo parece no entender todavía, pese a que vivió mucho en el ámbito de lo público, que la función que el periodista cumple, y que desde luego la sociedad contemporánea espera que cumpla, es la de hacer viable la comunicación entre los gobernantes y los gobernados, entre los administradores del Estado y la sociedad, tanto como entre esta y las personas que de una u otra manera conducen los procesos que les afectan en su día a día.

Por consiguiente, se espera que los periodistas sean “siempre igualitos”. Más aun, podría afirmarse que es afortunada la sociedad libre en la que los periodistas son todos siempre iguales de despiertos inquisidores, preguntones, investigadores, que cumplen sus tareas con la técnica profesional y la ética que su delicado trabajo les exige, manteniendo, no obstante, sus diferentes matices ideológicos, sus interpretaciones personales de los acontecimientos y sus distintas opiniones, cuando las emitan. Ya la ciudadanía se encargará de juzgarlos, premiándolos con su apoyo o castigándolos con su rechazo.

Este es el tipo de periodista que pertenece a una sociedad democrática en la que ejerce libremente su oficio. Por supuesto, no es el modelo que agrada a Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales, por citar a los autoritarios más recalcitrantes, quienes prefieren al periodista complaciente, que no sea “pesado” con sus preguntas, que no se meta “en lo que no le importa”, que no moleste con su insistencia y que publique siempre “las cosas buenas del Gobierno”. En síntesis, esa prensa amiga por la que tanta afección sienten los gobernantes de todos los tipos, pero tan despreciada por la opinión pública, la que mantiene vivos a los medios privados de comunicación.

Ojalá que los profesionales de la prensa paraguaya se conserven siempre “igualitos” a estos que critica Lugo, a fin de imaginar un futuro mejor para nuestras libertades. De tal suerte que, si se volvieran a producir sucesos de gran significación política, como los que rodearon al juicio político y destitución de un presidente de la República, la sociedad nacional continúe teniendo garantizado el acceso amplio e irrestricto a la información de los acontecimientos y sus consecuencias.

El ejercicio cotidiano de la libertad de prensa, que los periodistas aseguran con sus molestas preguntas –esas que tanto incordian a los gobernantes autoritarios–, es lo que da garantías a nuestro proceso democrático, ese mismo proceso que llevó a Lugo a la presidencia y que lo sacó de ella. Si Lugo y los luguistas se sirvieron de la libertad de prensa para alcanzar el poder, lo menos que deberían hacer es cumplir con ella, tratando con respeto a los periodistas y cooperando con ellos para que cumplan mejor con las obligaciones de su trabajo.

Al fin y al cabo, Lugo y los luguistas tienen decidido continuar dedicándose a la política; por lo tanto, deberán hacerlo (mal que les pese) sometidos a las reglas del país democrático en el que viven. Tendrán permanente necesidad de contar con la prensa para mantener informada a la sociedad acerca de sus planteamientos y proyectos.

La supresión total de la libertad de prensa en nuestro país, a lo Cuba, o siquiera parcialmente, a lo Venezuela, Ecuador y Bolivia, es para los bolivarianos luguistas criollos que la ansían un objetivo político todavía lejano.

Hasta tanto, pues, tendrán que seguir aguantando a los periodistas que son “siempre igualitos”. No tienen más remedio.

* Publicado originamente en el diario ABC Color, de Paraguay

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