Un año de Humala

Por Martín Santiváñez
Lima, Perú

Siempre es una buena noticia que un gobierno adopte una postura dialogante, de tolerancia democrática y voluntad de consenso. El Presidente Humala cumple el primer año de su mandato remodelando el gabinete de ministros en función a este talante conciliador, aunque para ello haya tenido que despedir al primer ministro Óscar Valdés, un hombre identificado por la izquierda como “la manzana de la discordia” que impide un acuerdo viable entre el frente antiminero y el Estado central. Esto, por supuesto, nunca ha sido así. Basta recordar que el anterior primer ministro, Siomi Lerner, un líder del bloque progresista, también perdió el puesto por no lograr un acuerdo con los frentes regionales, los auténticos intransigentes que juegan al radicalismo eco-ideológico. Los Humala, preocupados por las encuestas, apuestan por un nuevo rostro para el diálogo, el recién nombrado Primer Ministro Juan Jiménez Mayor, hasta hace unos días, ministro de Justicia. Pero lo hacen sin tocar el modelo macroeconómico de estabilidad y crecimiento.

Esta decisión reafirma el pragmatismo ideológico del humalismo. Ollanta demuestra la continuidad del proceso de “alanización” de su gobierno, porque a la vez que se somete —o juega a someterse— a las exigencias de sus antiguos aliados (como Alan y su premier Jorge del Castillo lo hicieron hace unos años en Combayo), permite que el poder de los tecnócratas liderados por el influyente ministro de Economía Miguel Castilla, se acreciente y profundice. La economía peruana, en manos de la tecnocracia filo-liberal, se mantiene estable, pujante y en franco desarrollo. Otro es el cantar en el ámbito de la inclusión social, dónde la Ministra Carolina Trivelli desempeña un papel francamente ineficaz.

El nuevo Premier Jiménez Mayor está acostumbrado a defender el pragmatismo humalista, ya sea promoviendo la alianza con el Ejército mediante peritajes que exculpan a los Comandos Chavín de Huántar de presuntas ejecuciones extra judiciales o haciéndole guiños a la izquierda anti-fujimorista oponiéndose a la rebaja de las condenas del sanguinario Grupo Colina. Si antes el cóndor bicéfalo (Ollanta y Nadine, NALLANTA) apostó por el principio de autoridad (Valdés fue jefe de Humala en el Ejército y hasta el final proclamó su perfil gerencial) hoy, los cofundadores del nacionalismo se inclinan por el rostro amable de un abogado con un encargo esencial: dialogar con el sector de la izquierda que ha olvidado el juramento de hace un año en los salones de San Marcos. Dialogar, eso sí, sin permitir que el neo-senderismo del MOVADEF gane terreno. El Presidente está cumpliendo su promesa. Sus antiguos aliados, asombrados por su giro hacia el centro, no se lo terminan de perdonar.

Por último, una nota positiva destaca en el nuevo gabinete humalista: el nombramiento de Pedro Cateriano en la cartera de Defensa. Cateriano fue uno de los jóvenes que intentó renovar la política a través del movimiento Libertad de Mario Vargas Llosa y pertenece a la generación de técnicos honestos y eficientes que enfrentó a la autocracia fujimorista, buscando un cambio responsable. Que haya hombres como él en el entorno de los Humala es una estupenda noticia para el Perú.

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