El peligro de los militares bolivianos

Editorial del diario ABC Color
Asunción, Paraguay

Inspirado por el extravío ideológico del bolivarianismo castro-marxista puesto de moda por el gorila venezolano Hugo Chávez y seguido a pie firme por el presidente Evo Morales, recientemente el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, general Tito Gandarillas, instó a los militares de su país a identificarse y comprometerse institucionalmente con el espíritu de la nueva era política que supuestamente vive la nación del Altiplano. En su arenga, el alto jefe militar expresó que “con la llegada del nuevo gobierno, NUESTRO GOBIERNO (las mayúsculas son nuestras), la institución militar –impulsora de numerosos golpes de Estado y protagonista de largas dictaduras en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado– mejoró su infraestructura y nunca más permitirá golpes de Estado, civiles-militares o de cualquier sector antidemocrático, vengan de donde vengan”.

Por su parte, el presidente Morales no desaprovechó la ocasión para dar rienda suelta a su radicalismo ideológico xenofóbico. “Ahora las Fuerzas Armadas son queridas por el pueblo, esa política vamos a continuarla para que el imperialismo norteamericano nos tema”, fanfarroneó el Primer Mandatario, al tiempo de resaltar la necesidad de contar con “unas Fuerzas Armadas con principio anticolonialista”.

Esta identificación ideológico-institucional de las Fuerzas Armadas bolivianas con el régimen gobernante expresada por el general Gandarillas es una clara señal de que, al igual que Hugo Chávez en Venezuela en la actualidad, o como Hitler en la Alemania Nazi en el pasado, Evo Morales se encamina a consolidar una dictadura de neto corte personalista impuesta a la mayoría del pueblo boliviano mediante el concurso de una minoría marxista inescrupulosa y violenta bien organizada y las bayonetas de las Fuerzas Armadas convertidas en una guardia pretoriana, en un todo semejante a la muy conocida por los paraguayos tríada de sostén articulada en nuestro país por el dictador Alfredo Stroessner para mantenerse en el poder por casi 35 años: “Gobierno, Partido Colorado y Fuerzas Armadas”.

La forma en que los altos jefes de las Fuerzas Armadas de Venezuela y Bolivia están reaccionando actualmente a la personalidad y estilo de liderazgo de sus respectivos comandantes en jefe se asemeja en mucho a la peligrosa actitud de ciega fe y obediencia con que toda una generación de generales y altos jefes militares alemanes, profesionalmente capaces, se convirtieron en serviles instrumentos de los siniestros propósitos dictatoriales de Hitler y que desembocaron finalmente en la trágica Segunda Guerra Mundial, de terribles consecuencias para toda la humanidad.

Obviamente, el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner en ningún momento representó –ni podía representar– amenaza alguna para países vecinos, pues su única ambición era la permanencia en el poder oprimiendo al pueblo con el remedo ideológico de “democracia sin comunismo”. Ya Hugo Chávez, con la abundante riqueza petrolera con que la naturaleza dotó a su país y los billones de dólares que este estratégico insumo industrial le proporciona a discreción, aunque no incomoda absolutamente al “imperio” –como despectivamente le gusta referirse a los Estados Unidos de América– desde el punto de vista de una confrontación militar, sí representa una amenaza para la seguridad democrática del resto del Hemisferio Occidental; en particular para Sudamérica, Centroamérica y el Caribe.

En los últimos tiempos su alianza militar con regímenes teocráticos totalitarios extracontinentales como Irán, que fomentan y apoyan el terrorismo y son enemigos declarados de los Estados Unidos y de los valores sociales de la civilización occidental, ha despertado la preocupación de esta superpotencia militar, que dentro de su estrategia de seguridad nacional tiene englobado a todo nuestro Hemisferio Occidental.

Esto quiere decir que, aunque no directamente interesado en los asuntos internos de los países americanos en particular, los Estados Unidos están atentos al orden democrático de la región y, sin ninguna duda, dado el caso, no van a cometer el error que cometieron los gobiernos de Inglaterra y Francia tolerando los atropellos cada vez más desembozados de Hitler contra el orden internacional de Europa, como fue el caso de la anexión de una parte de Checoslovaquia y la repartición de Polonia en alianza con Stalin.

Atenido a su añejo sueño imperial en América del Sur, el Brasil, como la mayor potencia económica y militar de Sudamérica, con la astucia propia de Itamaraty, ha puesto en juego una estrategia de sacar rédito geopolítico de la abultada petrochequera y las bravuconadas bolivarianas de Chávez, conformando la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y secundándolo indirectamente en su rabiosa campaña de descarada directa intromisión en los asuntos internos de los demás países sudamericanos, como sucedió con el nuestro en ocasión de la destitución constitucional del expresidente Fernando Lugo por el Congreso. La arbitraria e ilegal exclusión del Paraguay del Mercosur para dar cabida a Venezuela es la confirmación del giro geopolítico que ha dado el gobierno de Brasil para pescar en el río revuelto por las incursiones del gorila Chávez, quien desde el Orinoco ha descendido al Amazonas y ahora está agitando también las aguas del río Paraná hasta el estuario del Plata.

Pero la mayor amenaza contra nuestro país se cierne desde el occidente, con densos nubarrones sobre el Parapití, nuestro límite arcifinio con Bolivia. Adlátere de Hugo Chávez para la diseminación a como sea del bolivarianismo marxista en la región, y con la ayuda económica y militar de este –y, por consiguiente, también de Irán–, Evo Morales está potenciando materialmente e ideologizando a sus Fuerzas Armadas de una manera tan llamativa que podría pensarse es para una eventual agresión armada de revancha contra el Paraguay por la posesión del Chaco. La destitución de su compañero de ruta marxista Fernando Lugo le ha facilitado mayor intromisión en las cuestiones internas de nuestro país que, de hecho, es la única nación limítrofe a la que Bolivia puede atacar militarmente con alguna probabilidad de éxito. Y así como Hitler ocultaba sus planes de expansión territorial de Alemania a expensas de sus vecinos, así Evo Morales no se cansa de predicar política de buena vecindad mientras, en el fondo, podría estar preparándose para dar de nuevo el zarpazo a nuestra heredad chaqueña.

Aunque algunos analistas nacionales y extranjeros descartan la posibilidad de que el gobierno de Evo Morales –o uno de la misma calaña bolivariana totalitaria que lo sustituya en el futuro– nos traiga una nueva guerra del Chaco, el Gobierno paraguayo no debe soslayar tal posibilidad. En consecuencia, debe activar con tiempo la primera línea de defensa de los intereses nacionales: la diplomacia.

Ya hemos visto cómo la antigua Triple Alianza que en el siglo XIX nos trajo la guerra de exterminio ha desenterrado de nuevo el hacha de la guerra en la Cumbre de Mendoza para agredirnos miserablemente, aunque con medios menos violentos esta vez, pero igualmente lesivos para los intereses nacionales, por lo que es muy difícil pensar que Brasil, Argentina o Uruguay intervenga en nuestra defensa del Chaco; a ellos lo único que les interesa es la Región Oriental, donde están las represas de Itaipú y Yacyretá. Ante esta situación, nuestros acercamientos deberían canalizarse hacia gobiernos de la región que podrían defendernos de una sorpresiva agresión armada por parte de algún mesiánico bolivariano.

* Editorial que el diario ABC Color, de Paraguay, ha publicado el domingo 12 de agosto de 2012, bajo el título «La ideologización de los militares bolivianos representa una amenaza para el Paraguay».

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