Prepotencia y torpeza

Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

Resulta difícil concebir que una diplomacia centenaria y experimentada como la británica haya actuado con tanta prepotencia y torpeza al amenazar al Gobierno ecuatoriano con ocupar su legación diplomática en Londres para cumplir con la orden de extradición de Assange. El gesto de intimidación no solo reforzó la decisión del presidente Correa de otorgar el asilo sino que le permitió activar el apoyo de otras naciones sudamericanas ante la “inminente agresión externa” de una potencia con un historial incómodo en la región.

Lo que debió ser un impasse diplomático y jurídico entre dos naciones por la grotesca concesión del asilo a Julián Assange, se ha convertido en un problema de abuso contra un pequeño estado y ha terminado involucrando a otros actores como la Unasur, el Alba, la OEA, los EE.UU y hasta Rusia.

La ganancia política para Correa ha sido, por ahora, redonda. Por un lado ha movilizado el apoyo interno apelando a un “patrioterismo” irreflexivo que maquilla las contradicciones y atropellos de su Régimen y, por otro, se ha convertido en cabeza de una ofensiva diplomática a gran escala que le permite ocupar momentáneamente el podio de Chávez. A estas alturas muy pocos se preguntan cómo un Gobierno que ha sometido el poder judicial a sus designios y que restringe progresivamente los espacios de la prensa independiente, se atreve a cuestionar la probidad e independencia de la justicia sueca y británica y a invocar la libertad de expresión como fundamento del asilo.

Aunque el Foreign Office británico insista en lo contrario, la nota diplomática enviada al Gobierno ecuatoriano conlleva una incuestionable amenaza. En ella se deja muy en claro que una de las opciones disponibles es la aplicación del ‘Acta de Instalaciones Diplomáticas y Consulares’ que permite al Reino Unido despojar del estatus diplomático a una legación extranjera si “el Estado en cuestión deja de usar su sede para los propósitos de su misión”; una medida, empero, que debe respetar el Derecho Internacional.

Es indudable, entonces, que la referida Acta resultaría inaplicable en este caso. Una intrusión policial en la Embajada del Ecuador violaría abiertamente las normas de la Convención de Viena, pieza fundamental del Derecho Internacional. Adicionalmente, y más allá de los aspectos formales y jurídicos, un despojo de la inmunidad a la sede ecuatoriana abriría la puerta para que las legaciones británicas, ubicadas en varios puntos calientes del planeta, sean asaltadas bajo argumentos espurios.

Todo lo anterior nos lleva a concluir que la nota británica es un yerro monumental que ha permitido al Ecuador contraatacar y colocar el conflicto en una dimensión Norte-Sur. Un bocado de cardenal que los socialistas del siglo XXI no podían desaprovechar.

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4 Comments

  1. Un acto a todas luces censurable, tanto mas que ha dado pie a que una recua de dogmáticos la usen para agitar el ambiente internacional y exhacerbar las pasiones, donde los oportunistas esperan pescar a rio revuelto. Lo mejor que puede hacer GB es poner este tema en el congeladory caso acabado.

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