Réquiem por Juan Serrano Salgado

Por Mauricio Maldonado Muñoz
Buenos Aires, Argentina

La reciente muerte de Juan Serrano Salgado, fotoperiodista y hermano del Ministro del Interior, José Serrano, nos ha obligado a reflexionar y a colocarnos en una postura necesariamente sensible ante el dolor de una pérdida. Las ideologías políticas, en momentos como éste, poco importan.

Nuestra capacidad de conmovernos ante el dolor, así como la empatía y la reciprocidad extendida, nos hacen realmente humanos. En otro sentido, éstas son las razones de existencia y mantenimiento de la sociedad. Cuanto más estos sentimientos tienden a perderse, más se descomponen las sociedades. La historia lo demuestra suficientemente.

La muerte es, por supuesto, algo indefectible y natural. Y aún en ese supuesto es, de todos modos, dolorosa; pero lo es más cuando ella ocurre en circunstancias de violencia, donde la vida más que acabarse, se interrumpe. ¿Quién de nosotros sería capaz de zaherir sin más el fin de una vida inocente? ¿Hay alguna diferencia relevante por causa de la consanguidad del difunto? La respuesta es evidente: no la hay. No existen razones para que diferenciemos ésta de otras muertes violentas y para que no deleznemos igualmente a todas y a la inseguridad que las trae. Eso sí, nada nos autoriza a aprovecharnos políticamente de esta desgracia. Hacerlo es sencillamente reprochable.

De otro lado, no hay razón para pensar que esta circunstancia cambie con unas apresuradas condolencias, seguidas de inmediatos reclamos furibundos. Es casi como excusarse diciendo que una persona le pega a otra ‘por su bien’. No quiero ponerme, lo advierto pronto, innecesariamente coloquial, pero quiero que se ilustre un punto cierto. El dolor merece respeto y, en esa consecuencia, mesura.

Esa adecuada actitud, como yo la veo, no cambia y no cambiará nuestras posiciones políticas, pero sí cambia la forma en que afrontamos un problema determinado y eso, hay que saberlo, dice mucho de las personas que somos. Una adecuada prudencia logra, además, que aprendamos a separar las razones de las pasiones, para no perder la más básica objetividad y el más simple sentido de humanidad.

Me sumo a las condolencias a la familia de Juan Serrano Salgado. Sé que era un profesional dedicado y probo. También sé que dejará un vacío entre quienes lo conocieron y apreciaron, tanto a su persona como a su trabajo. Una pérdida, así entendida, no debe sernos extraña y no puede darnos pie para perder la visión de lo verdaderamente importante. Siempre cuando ‘doblan las campanas’, doblan también por cada uno de nosotros. Paz en su tumba.

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