El tótem de Montecristi

Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

La compactación de la izquierda radical alrededor de la figura de Alberto Acosta para recuperar la identidad arrebatada por Alianza País y retomar sus viejos principios, es un intento loable pero plagado de profundas contradicciones.

El discurso medular de la Coordinadora Nacional de Izquierdas apunta a la liquidación de Alianza País y sus imposturas. Bajo el grito de ‘Acosta seguro a Correa dale duro’, los integrantes de los seis movimientos que constituyen la plataforma declararon una guerra sin cuartel a Correa y a su movimiento. Gustavo Larrea, una de las figuras centrales, denunció al Presidente como “caudillista, autoritario y contrarrevolucionario” y declaró sin ambages que el imperativo central de la izquierda era ‘desmontar el correísmo’. Acosta fue incluso más lejos y calificó al Presidente como “aprendiz de dictador” mientras blandía la Constitución de Montecristi a manera de tabla sagrada.

Si algo ha permitido la construcción de un aparato autoritario y totalizador es, precisamente, la Constitución de Montecristi. Bajo el disfraz de un instrumento garantista y defensor de los derechos fundamentales, la normativa constitucional es un instrumento perverso que permite a cualquier gobernante, de izquierdas o derechas, falsear la democracia y someter las instituciones políticas a sus designios personales y políticos. Desmontar el correísmo, como propone Larrea, equivale a desmontar la Constitución de Montecristi y todas sus derivaciones normativas. No debemos olvidar jamás que la matriz de Montecristi provino de Venezuela y que, tal como se denunció en el 2007, los asesores españoles de Hugo Chávez armaron el esqueleto fundamental.

Con la defensa de la Constitución como caballo de batalla, la izquierda radical pone en evidencia, una vez más, la carencia de un programa. Este vacío propició el apoyo oportunista a políticos como Gutiérrez y Palacio y terminó entregando las banderas de la izquierda a Correa. El país se merece esta vez una propuesta seria que incluya definiciones alrededor del estado de derecho, la independencia de las instituciones, el modelo político a seguir, así como señalamientos precisos sobre el esquema económico rentista profundizado por Alianza País, el comercio internacional, la dolarización, la ecuación público- privada y los posibles vectores del desarrollo nacional.

Parecería, sin embargo, que dicha tarea resulta nuevamente imposible. Hay demasiadas contradicciones y discrepancias entre los miembros de la Coordinadora. Eso explicaría, quizá, que todos ellos se hayan congregado alrededor del tótem de Montecristi para suplir la recurrente ausencia de un programa político. El tótem, sin embargo, lleva impregnados los símbolos del correísmo por todas partes y constituye la quintaesencia del poder político que ayudaron a construir y que hoy pretenden liquidar.

* Carlos Larreátegui es rector de la Universidad de las Américas. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario El Comercio.

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