Leviatán

Por María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

Llegó a mis manos gracias a una amiga activista y férrea tuitera por la libertad y la justicia, un ejemplar de agosto del 2012 de “El Leviatán Judicial”, de Jorge Zavala Egas, doctor en jurisprudencia y ex vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, entre más funciones ejercidas en el ámbito público legal. Reconozco el nexo familiar, sin embargo no recuerdo haberlo conocido personalmente, solo he seguido su trayectoria profesional siempre a través de la prensa. Y he aquí que vino a socorrerme en lo que hubiera querido que fuera mi primera columna para La República.ec, una reflexión práctica y concisa sobre la debacle de la institucionalidad en el país, gracias a la cual tenemos un gobierno que ha destruido la independencia de las funciones del Estado para consolidar su proyecto totalitario.

Originalmente iba hoy a reflexionar sobre el multitudinario cacerolazo que protagonizaron hace pocos días los argentinos, en rechazo a un flagrante intento de violación constitucional para lograr una segunda reelección de Christina Fernández. Y sobre el franco ascenso en Venezuela del candidato de la oposición, Henrique Capriles, a quien Chávez ha tildado de “la nada”, pero que ha debido superar boicots, amenazas e insultos diarios durante su campaña que ofrece una alternativa a los 14 años de chavismo. Y el desprecio del presidente ecuatoriano por la marcha de sus otrora aliados, las izquierdas, así como su simultánea advertencia de que si no pasan la verificación de las firmas «No permitiremos que se registren» (sic), en una histórica declaración de control absoluto del Consejo Nacional Electoral que a estas alturas le deja el camino más libre para afirmar el voto de lo que son sus bases: el populismo y las izquierdas.

De acuerdo a Zavala Egas, este modelo de instauración del totalitarismo está protagonizado por el Leviatán, “un demonio de mil cabezas”, -que representa las fuerzas preexistentes al caos, que intenta poseer a las personas, siendo estas difíciles de exorcizar-. Un paso determinante para legitimar la pérdida de la libertad de los ciudadanos fue “un engaño constitucional al pueblo”, dice al referirse a la reforma a la Constitución de julio del 2011, que por obra de la Corte Constitucional fue desnaturalizada pasando a ser tratada como “enmienda”, lo que la hizo susceptible de ser consultada a los ciudadanos que fueron engañados en cuanto a los fines que perseguía el Presidente. Así se evitó tener que pasarla por la Asamblea, donde podría encontrar voces críticas y opositoras, y el resto es conocido: gastó miles de dólares del erario en convencer al pueblo de que ofrecía una “revolución judicial” ocultando el secreto a voces de que lo que realmente procuraba era consolidar su metida de mano en todas las funciones del Estado, mediante una nueva estructura del poder judicial: la Troika o “un trío que se inclina, en vergonzante oprobio, ante cada requerimiento presidencial y que se llama Consejo de la Judicatura de Transición”, cuando debería ser precisamente este órgano el responsable de garantizar institucionalmente la independencia judicial.

El libro detalla jugosamente cómo se ha emprendido con gran descaro dentro de la función judicial una persecución con advertencias de sanciones hacia aquellos jueces que acepten acciones procesales de naturaleza constitucional, como las cautelares y las de protección, cuando favorezcan a los ciudadanos escogidos para ser devorados por el Leviatán.

Gracias a este golpe a la independencia de la justicia, en el Ecuador de hoy impera un  régimen de terror contra la libre expresión, la judicialización de la opinión política discrepante, la criminalización de la protesta social, el desenfrenado abuso del poder tributario hacia los contribuyentes y la población productiva, algo similar a lo que ocurriría con la anunciada reforma agraria.

“El Leviatán Judicial” define como el inicio del terrorismo judicial la exhibición en carne viva y ante las masas de los que habría que crucificar por irreverentes: los periodistas que intermedian el pensamiento, el criterio y la opinión de los que aún pensamos en libertad. “Si se condena judicialmente al que concede el espacio para la publicidad del pensamiento discrepante –ahora llamado en la nueva jerga penal “autor coadyuvante”- se escuchará y leerá solo la verdad oficial, iniciándose en nuestra sociedad la espiral del silencio, necesaria para el imperio del dominio total”.

Es así como en menos de 60 páginas se inicia el compendio de la tragedia actual ecuatoriana, y que se repite en países, cercanos o distantes, en donde el común denominador es el totalitarismo y el claro proyecto del partido para eternizar al caudillo en el poder, enmascarados como democracias “insertando a los judiciales en una organización que garantice la obediencia servil y la docilidad”.

En Ecuador sabemos que estamos indefensos ante jueces que sentencian en contra de nuestros derechos constitucionales y humanos. Sabemos también que cuando no se trata del Presidente, amigos y familiares, la suerte ya está echada. Y permitimos que nos sigan llamando democracia. El Leviatán está en marcha.

 

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