La herencia de Chávez

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

Cada media hora se produce un homicidio en Venezuela, apunta Mayé Primera, corresponsal de El País de Madrid en Caracas en su artículo «La inseguridad agobia a Venezuela», publicado el pasado domingo. Si las encuestas aparentemente están polarizadas en cuanto a quién será el ganador de las elecciones presidenciales el próximo 7 de octubre, un 70% de venezolanos está de acuerdo en que la inseguridad es el peor problema que sufre el país de acuerdo a dicho artículo. La última vez que el Gobierno ofreció cifras oficiales de la inseguridad reinante fue en 2009: 43 por 100 mil habitantes. Desde entonces no ha habido información gubernamental. ¿Innecesaria? ¿Arma que puede ser utilizada para atacar a la revolución bolivariana? En todo caso, en la lógica del Gobierno, la conclusión parece ser que la ignorancia sobre lo que pasa es preferible al conocimiento.

Se suponía que la inseguridad con toda su cohorte de maldades prosperaba sin control en los regímenes de libre mercado. Que en cambio, en las sociedades definidas por el cambio social a manos de ciudadanos probos y con espíritu revolucionario, el crimen organizado y las víctimas de la violencia disminuirían radicalmente. Que los millonarios fondos entregados en forma de subsidios, «misiones», serían un obstáculo para evitar que la población de los barrios populares caiga en la violencia y en el narcotráfico. ¿Por qué las cosas van tan mal? ¿Se culpará después de 14 años a la vieja partidocracia representada por Acción Democrática y COPEI de lo que está sucediendo actualmente? ¿Será la salida política volver de nuevo a culpar al capitalismo de todos los males y apelar a la conformación de una sociedad comunal?

La inseguridad no viene sola. Forma parte de un inmenso legado. El fracaso de la economía es uno. El otro son las incoherencias y la imposibilidad de superarlas. «Chávez habla de la derecha, definiéndose él como la izquierda. ¿Pero cuál izquierda?

Chávez y su modelo están llenos de profundas contradicciones, de acciones absolutamente facistas como cuando obligan a la gente a inscribirse en un partido político para tener acceso a beneficios…Yo creo en programas sociales fuertes, dirigidos a las personas que los necesitan, sin chantajes políticos, que sean el paso previo para obtener el empleo» afirmaba en una entrevista en El País Henrique Capriles, candidato a la Presidencia de la República.

El legado de los gobiernos de Chávez es sombrío para sus críticos. Tanto que Carlos Blanco en su columna de El Universal de Caracas, «Tiempo de Palabra», se preguntaba en el caso de que el actual mandatario resultase vencedor el 7 de octubre: «¿Podría Chávez con la herencia que recibiría de Chávez? Un aleatorio gobierno de Chávez tendría que cosechar el desastre construido por el propio Chávez para perpetuarse en el poder…Un eventual nuevo período no sería ejercido a plenitud y la catástrofe que Chávez dice que le evita al país con su reelección, no haría sino acelararse. Chávez III sería apremiado por lo que Chávez I y Chávez II no han hecho o han hecho mal, muy mal».

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