Prohibido olvidar

Por Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

«Prohibido esperar respuestas. Prohibida la voluntad. Prohibidas las discusiones. Prohibida la realidad. Prohibida la libre prensa y prohibido el opinar. Prohibieron la inteligencia con un decreto especial. Si tú no usas la cabeza, otro por ti la va a usar. ¡Prohibido olvidar!» «Prohibido el derecho a huelga y el aumento salarial. Prohibieron ir a la calle y al Estado criticar. Prohibieron reírse del chiste de su triste gobernar. Prohibieron el desarrollo del futuro nacional. Yo creo que la única forma de darle a esto un final es: ¡Prohibido olvidar!»

«Prohibieron los comentarios sin «visto bueno» oficial. Prohibieron el rebelarse contra la mediocridad. Prohibieron las elecciones y la esperanza popular. Y prohibieron la conciencia, al prohibirnos el pensar. Si tú crees en tu bandera y crees en la libertad: ¡Prohibido olvidar!»

«Pobre del país donde lo malo controla, donde el civil se enamora de la corrupción. Pobre del país alienado por la droga, porque una mente que afloja, pierde la razón. Pobre del país que, con la violencia crea que puede matar la idea de su liberación. Pobre del país que ve la justicia hecha añicos por la voluntad del rico o por orden militar. Cada nación depende del corazón de su gente. Y a un país que no se vende, nadie lo podrá comprar! ¡No te olvides! ¡No te olvides!».

En 1991, Rubén Blades y Son del Solar nos regalaron el disco Caminando. La séptima canción del CD se llama «Prohibido Olvidar» y es una reflexión, llena de poesía citadina y posdictatorial, sobre la necesidad de recordar lo que se prohibió en las dictaduras, que buscaron controlar y reprimir todo tipo de disenso. La letra, que lleva el sino de ese tropical filósofo social que es Blades, llama a abrir los ojos y no dejarse adormecer por el deseo oficial de implantar una sola visión. Al final, hace una advertencia, que en el Ecuador resuena vigente, sobre lo que le ocurre a un país agobiado por la corrupción, la droga, la violencia y la injusticia: se empobrece.

Transcurridos dos años del desgraciado evento del 30 de setiembre de 2010 es una curiosa coincidencia volver a escuchar esta canción. Su título coincide con el membrete utilizado por el Gobierno para guardar en el inconsciente colectivo un recuerdo evocado desde la mirada oficial. El evento, aunque pasen el tiempo, las peleas y los escándalos, no se puede olvidar. En una democracia no es tolerable un quiebre que la ponga en vilo y en donde estén involucradas las Fuerzas Armadas Tampoco se puede olvidar a los muertos y heridos, cuyas muertes y heridas no cuentan con una explicación exhaustiva y creíble. Ni que la maraña de circunstancias no puede estar enmarcada en una, sola, verdad oficial.

Pero lo que menos se puede dejar de considerar, es que cuando se prohiben (o se cohiben) las respuestas, las discusiones, la realidad, la libre prensa y el opinar, surge un tufo totalitario que queda impregnado en la piel.

Y no se puede olvidar.

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