Revolución: Notas para un libro de autoayuda

Por Xavier Vizcaíno
Quito, Ecuador

¡Felicitaciones! Si usted está leyendo este manual, ya es un triunfador. El primer paso para hacer una revolución, es leer este manual. O cualquier otro disponible en la sección de autoayuda del supermercado.

Una buena revolución necesita un nombre sabrosón, un membrete que rime con lo que se arrime. Tenga en cuenta que usted está a punto de mercadear un producto de consumo masivo, por lo tanto, necesita una buena marca comercial. Algo que no signifique nada, pero que suene bien. Si le faltan ideas, simplemente añada algún adjetivo al sustantivo “revolución”. Escoger una marca adecuada tiene una doble ventaja: facilita su venta y vacía de contenido los conceptos políticos.  Importante: ¡Registre sus marcas!

Hágase de un set de frases hechas. Un revolucionario moderno no pierde el tiempo pensando respuestas razonables. ¡Confunda a sus interlocutores con frases listas! Para ganar una discusión, no existe nada más efectivo que usar respuestas emotivas que no tengan nada que ver con el tema. Utilice el absurdo a su favor.  Sus rivales creerán que usted está deschavetado y lo subestimarán. Ese será su gran error. Recuerde: cuando le pregunten sobre hechos, ¡responda con emociones!

Escoja usted una de estas frases, según la ocasión:

Cuando le pregunten: “¿Por qué no cumple con el deber que le marca la Constitución?”, responda: “porque quiero evitar el show mediático”.

Cuando alguien le pregunten algo incómodo, responda: “¡Usted es un periodista de la prensa corrugta!”. Si insiste, ofrézcale trabajo en un canal incautado (que de todas maneras lo va a vender en seis meses). Si no acepta, averigüe dónde trabaja la familia del curioso.

Una buena revolución debe mantener intactas las estructuras sociales: Los pobres deben tener un poquito más de plata, pero seguir siendo pobres. Los de clase media, deben ganar un poquito más, pero hay que sacarles esa diferencia con impuestos, tasas, multas y tarifas. A los ricos hay que dividirlos entre buenos y malos. Los buenos pueden seguir siendo ricos, y si gustan, pueden quedarse con las riquezas de los ricos malos.

La ética es solo una palabra. Si le descubren con las manos en la masa (en sentido figurado), o haciendo lo mismo que usted criticó hace unos años, ¡no se preocupe! En lugar de disculparse, simplemente altere el sentido de las palabras. Por ejemplo, si se siente tentado a dar un crédito vinculado, consiga alguien que preventivamente declare que el crédito vinculado no es crédito vinculado.

Ante denuncias, responda con homenajes. Frente a acusaciones de corrupción, hable de eventos que de hace una década, y acuse a sus acusadores de no haber hecho nada entonces. No importa que sea falso, el consumidor de propaganda no espera que se le diga la verdad, se conforma con el circo.

A propósito, recuerde que una buena revolución debe ser entretenida. Asegure un poco de pan, y que el resto sea circo. El público no espera más de usted, solo que lo divierta por un tiempo. Mientras más grotesco sea el espectáculo, mejor. Nada alienta tanto a las masas como el escarnio público. Nada es tan hermosamente democrático como un gobernante que se burla de los ciudadanos. Hágales saber quien manda.

No hay nada más edificante para una revolución que odiar juntos a un mismo enemigo corporativo, nunca individual. Si destruye a ese enemigo tendría que empezar todo de nuevo y eso es muy cansado. Y así, con paz y armonía, construiremos todos un mundo mejor.

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