El amor en los tiempos del populismo

Por Mauricio Maldonado Muñoz
Buenos Aires, Argentina

“All we need is love”. Esa es una frase con la que estoy de acuerdo. Aunque, si se lo piensa bien, las formas del amor son variadas. Por ejemplo, decía Girondo que hay amor al portador, amor a chorros, amor incauto, amor espermatozoico, amor impostergable y amor impuesto. Por citar algunos.

El amor, sin embargo, aplica diferente para los profetas y mesías, cualquiera de que se trate, especialmente si son políticos. Efectivamente, el amor dogmático del populista no conoce de condiciones. El amor dogmático no se atreverá a cuestionar o a opinar. Es amor y basta. No lo vaya usted a contradecir. Es ‘infinito amor’, eso es.

La fórmula de este amor es bien conocida. Hay que mezclar un poco de patria con algo de miedo al pasado, añadir algo de anti-imperialismo, altos precios del petróleo, bonos, publicidad ingente y culto a la personalidad del líder carismático que, de ahí en más, como es lógico, deberá controlar todos los poderes (¡faltaba más!). En todo caso, si se quiere lograr mejores resultados, tendrá que añadirse también una nueva Constitución y, si fuese posible, reelección indefinida. ¡Bon appétit! Está listo para servirse.

Y claro, si la mayoría está de acuerdo con esto, eso significa que está bien ¿no?, después de todo, eso se supone que es la democracia. Bien podríamos estar de acuerdo en cualquier cosa, quizá cerrar medios de comunicación o apresar opositores. Con tal de que seamos mayoría todo se puede ¿cierto? Gobernar veinte años, como en Venezuela. Cincuenta, como en Cuba. Todo se puede -dije-. La alternabilidad en el poder, la separación de funciones y las libertades públicas son para ‘otras formas de democracia’, no se confundan.

Decía Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Pero este razonamiento tampoco aplica para nuestros mesías. ¿Cómo podría aplicarse si ellos siempre tienen razón hasta cuando se equivocan? El poder absoluto, claro está, corrompe a otra clase de gobernantes. A los de corazones ardientes les quedan bien las manos limpias. Siempre combinan bien, por supuesto, sobre todo con rojo o verde (como ‘matita de ají’).

Después de todo: ¿qué importa la valija diplomática con cuarenta kilos de droga, Vialmesa, Gastón Duzac, canales incautados, los diez de Luluncoto, la concentración de poder, la inseguridad si siempre tendremos a nuestros longevos y carismáticos líderes, tan buenos y condescendientes, amando infinitamente?

Son los demás, se infiere como obvio, los enemigos de la patria, los opuestos, los que nos hacen mal cuando conspiran al hablar tan negativamente de nuestras revoluciones. Notifíquese. Cúmplase.

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