Recién empieza

Por Danilo Arbilla
Miami, Estados Unidos

¿Es su momento de triunfo, su hora de la victoria?

No, es su momento más complejo, su hora más difícil.

Su problema es que ahora acaba de ganar una elección y debe empezar a gobernar.

No importan los catorce años anteriores.

Como en los banquetes, nadie se acuerda del plato anterior; las expectativas están centradas en el siguiente.

A Hugo Chávez le puede pasar como les pasó a muchas de las democracias que emergieron tras los regímenes militares a principios de los 80.

La gente creyó que con la sola restauración democrática y con el retorno de la libertad llegaba la solución a todos los problemas y que de un día para el otro se acababa con los agobios económicos y que casi por arte de magia y por el simple efecto de la mención de la palabra democracia se ingresaba a una era de bienestar.

Ese fue el mayor escollo con que se enfrentaron los partidos políticos históricos y tradicionales en los distintos países latinoamericanos que asumieron responsabilidades tras las dictaduras.

Quizás muchos no estuvieron a la altura de la tarea, quizás ya no estaban preparados para ese nuevo tiempo, pero sin duda era muy difícil luchar contra fantasías y expectativas sin ningún fundamento y enfrentar y dar satisfacciones inmediatas a ansiedades y urgencias desmedidas.

Además, no los ayudó el contexto ni tuvieron suerte; el contexto y la suerte que sí acompañaron luego a varios de los gobiernos neoprogresistas y populistas que los sucedieron y fueron bien recibidos por pueblos que se sentían dolidos y con bronca; sabido es que no hay golpe más fuerte que el que provoca la caída de una ilusión.

Se espera mucho de Chávez. Los catorce millones y medio de venezolanos que votaron, por él o por Capriles, esperan que comience a gobernar.

Algunos hasta sueñan con que seguirá entregando viviendas o aumentando salarios como lo hizo en las últimas semanas, y ese ya es uno de sus problemas.

Pero, sin duda, todos esperan que ahora haga lo que deba para que Venezuela deje de ser uno de los países más violento, más inseguro y más corrupto del mundo, con la inflación más alta de América, y que pese a tener las mayores reservas petroleras de la Tierra tenga un nivel de pobreza altísimo.

La gente espera que no haya desabastecimiento, que se terminen los apagones y está aburrida de los discursos insultantes contra la oposición y la censura de prensa y ataques al periodismo.

Esto ya no da resultado: con todo el poder del Estado y con varias ventajitas, casi la mitad de la población le votó en contra.

¿Qué va a hacer? ¿Va a salir a perseguir o va a matar a esos 6 millones y pico de venezolanos?

Ya hasta la gran mayoría de los venezolanos que votaron a Chávez deben estar cansados de tanto antiimperialismo, tanto complot y que siempre haya que andar cazando enemigos de la patria, y piensan que ahora en estos seis años debería ocuparse de gobernar y sobre todo para resolver los problemas de los venezolanos.

No es un paquete fácil de cargar, como se ve, y eso que solo incluye el frente interno.

Falta el externo, el de la “regaladera” al decir de Capriles.

Ahí están todos sus amigos, sus seguidores, partícipes de la unidad, la fraternidad, la doctrina, la solidaridad y por sobre todas las cosas del “efectivo aporte” bolivariano.

En concreto, Chávez ganó, y ahora, a gobernar.

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