La política en Washington

Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

En Siria la muerte de decenas de miles de civiles continúa siendo el peaje siniestro que paga una sociedad para liberarse del yugo miserable de dictaduras sostenidas por la maldición petrolera. En los Estados Unidos dos candidatos a la Casa Blanca debaten públicamente para convencer en una elección libre. Al contrastar este encuentro con las imágenes de ciudadanos asesinados por sus gobiernos en Oriente Medio, resulta difícil aceptar que ambos fenómenos ocurran en el mismo planeta y por la misma época.

Sucede que en Washington hoy, como hace más de dos siglos, los candidatos pueden encontrarse cara a cara para contrastar ideas, antes que para la descalificación mutua, y que la línea de respeto, en el debate y fuera de él, permite a las familias de los adversarios el intercambio cordial al término de la confrontación conceptual. Los latinos, tan pagados de nuestra antigüedad e historia -aunque la reescribimos constantemente pues jamás acaba de gustarnos-, estamos sin embargo lejos de semejante práctica política y de la tradición conservadora de los Estados Unidos, donde los principios fundacionales se han preservado intactos, y el más caro de ellos, la libertad individual, se ha hecho prevalecer aún cuando consideraciones de orden público sirvieron ocasionalmente para limitarla mediante leyes estatales -como sucedió hace algunos años cuando la Corte Suprema restableció el derecho a portar armas, garantizado desde 1791-. Esa misma libertad le ha permitido estar a la vanguardia en otros frentes, notablemente en los derechos de la mujer, de las minorías y en la innovación científica y tecnológica. Uno de sus primeros productos de exportación es la educación, que la compran lo mismo chinos, latinos que socialistas y emprendedores.

Hace poco se especulaba mucho sobre los efectos regionales de la elección en Venezuela. Los Estados Unidos no despiertan esa expectativa, quizás porque es un país estable sin más cambios que los de matiz; pero esas sutiles diferencias pueden tener más efecto en la economía y política de los Andes que la continuidad de la revolución bolivariana, pues se trata del primer mercado de exportación de productos y servicios de la mayoría de países de la región, el destino preferido de los migrantes latinos, y el mayor bastión de la economía de mercado, aspecto que convierte a su gobierno en blanco perfecto de la demagogia regional y que, según la política internacional de la Casa Blanca, nutre políticos parasitarios, que no serían apenas notados sin la confrontación en formato David versus Goliat. ¿El discurso de Fidel Castro habría sobrevivido la caída del Muro de Berlín sin el embargo norteamericano a Cuba?

Para Ecuador ha sido positivo, durante la administración Obama, que Washington no responda a Chávez ni sus ecos regionales, que apoye las negociaciones de paz de Colombia, que se quede al margen del caso Assange, que se oponga a la ley contra los migrantes de Arizona, y que se mantengan las preferencias arancelarias y la cooperación a pesar de los múltiples desplantes de nuestra diplomacia. A nivel global, esa prudencia también es indispensable para evitar que escale el conflicto entre Israel e Irán.

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