México y su guerra

Por Gonzalo Orellana
Londres, Reino Unido

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de estar en México, no sin alguna preocupación, debido a las noticias que llegan de aquel país. Mas aun tomando en cuenta que, desde que Felipe Calderón llegó al poder hace seis años, el país está en guerra, en guerra contra el narco, como comúnmente se conoce a los cárteles de la droga. Contrario a lo que uno esperaría, no se siente más inseguridad que en cualquier otro lugar de Latinoamérica y de no ser por la constante presencia de policías y militares en las ciudades y carreteras, no te daría la impresión de estar en un país que ha tenido alrededor de 10,000 asesinatos cada año, desde 2004.

Es difícil entender o peor aun tratar de explicar la explosión de violencia que ha sufrido México en la última década, más aun si consideramos que México ha sido el proveedor de drogas de EEUU desde hace un siglo; primero de la heroína a inicios del siglo XX cuando fue prohibida en EEUU, luego del alcohol durante los años de la prohibición, mas adelante fue la marihuana y su enorme crecimiento en los sesentas y setentas y finalmente la cocaína y metanfetaminas a partir de los noventas. Así como su ubicación ha convertido a México en uno de los principales socios comerciales de EEUU y le ha permitido atraer una masiva inversión extranjera con la firma del NAFTA en 1994, su cercanía también convierte a México en la puerta de entrada de las drogas para el mercado norteamericano.

Pero si el tráfico de drogas ha sido una constante en la relación entre EEUU y México, ¿Cómo se puede explicar el incremento exponencial de la violencia en la primera década del siglo XXI? Aquí algunas razones.

En el año 2000, después de siete décadas de dominio absoluto del PRI en la política mexicana, una partido distinto llegó al poder de la mano de Vicente Fox. Lo que se consideró como un paso delante de la democracia, trajo consigo una serie de cambios que fueron difícilmente predecibles. El gobierno priista a quien tan acertadamente Mario Vargas Llosa describió como la dictadura perfecta, por su habilidad para cambiar la cara de quien gobernaba, asegurándose que no cambiara absolutamente nada más, repartió el poder entre caudillos locales. Dichos caudillos permitieron la existencia de contrabandistas y narcotraficantes, a cambio de la parte correspondiente del negocio y manteniendo una suerte de equilibrio que permitía a todos ganar dinero y al mismo tiempo evitar conflictos. El cambio de gobierno alteró el equilibrio, lo que sumado a la decisión de luchar abiertamente contra los grupos criminales, generó una competencia feroz de los cárteles para mantener su territorio y canales de distribución de la droga, así como una inédita violencia en contra del gobierno y de la sociedad civil.

El incremento de la violencia no se explica únicamente por razones internas, por el contrario, está altamente influenciada por la política antinarcóticos de EEUU y por lo que sucede en otras regiones, particularmente Colombia. El incremento de los recursos destinados a la lucha contra el narcotráfico, así como el debilitamiento de los cárteles colombianos, hizo que gran parte del negocio de la cocaína pasara a manos mexicanas, convirtiendo a los colombianos en productores y dejando la parte más lucrativa del negocio a los cárteles mexicanos. Esto explica porque los niveles de violencia en Colombia se han reducido considerablemente y por el contrario han aumentado en México.

En medio de este caos, una gran parte de los mexicanos decidió volver a confiar su destino al PRI, quizás pensando que prefieren volver a aquella época plagada de corrupción y en la que un partido político lo controlaba todo, pero en la que era más seguro salir a la calle. Sin embargo el nuevo presidente no lo tendrá fácil, según estimaciones de las Naciones Unidas, el negocio de la droga en EEUU es de alrededor de 60.000 millones de dólares al año, de los cuales los cárteles mexicanos se estima se quedan con la mitad. Es decir 30.000 millones de dólares para gastar en armas y sicarios, para comprar policías, militares y todo tipo de funcionarios del estado. El nuevo gobierno deberá decidir entre mantener un conflicto sabiendo que la violencia seguramente se intensificará o llegar a una tregua con el narco, entendiendo que eso significa que se vuelva más poderoso aun.

Hay una tercera vía, y es que el gobierno mexicano plantee, como ya lo han hecho otros líderes, que el problema de fondo es la política antinarcóticos de EEUU que ha convertido un problema de salud pública en un conflicto armado. La acción militar contra la droga es como presionar un globo, el aire simplemente se va a otro lado: Colombia trasladó parte del problema a México, pero la droga sigue fluyendo y la violencia sigue estando ahí. La política antidroga de EEUU ha sido la misma desde que Richard Nixon creara la DEA en los años sesenta, y es poco probable que algún político estadounidense se atreva a cambiarla, por lo menos no sin presión internacional. México no solo es el país con mayor capacidad para influir en el gobierno estadounidense en este tema, sino que también sería el mayor beneficiado de un cambio enfoque.

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