Malestares y expresiones

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

Hasta ahora en Chile, continúa preocupando la alta abstención de los votantes, -un porcentaje aproximado del 60% de electores que no ejerció su derecho, – en los comicios del pasado domingo 28 de octubre para elegir autoridades municipales. ¿Cómo interpretarla? ¿A quién favorece? Estas elecciones fueron vistas como un anticipo de lo que pasaría en las presidenciales del próximo año y como consecuencia la aprobación o desaprobación de la gestión del Gobierno del presidente Piñera.

El resultado fue un fracaso de los candidatos de los partidos gobernantes que perdieron alcaldías que históricamente tenían en sus manos desde varios períodos atrás. En el fracaso, no se salvaron ni las encuestadoras que nunca previeron semejante porcentaje de abstención: por ello, los sondeos, además, no son creíbles, concluía el conocido historiador Alfredo Jocelyn-Holt en su columna de La Tercera. Pero tampoco significa que la oposición tenga ya las cartas de la victoria en las manos: según el mismo Jocelyn-Holt también fue sorprendida por la abstención y por el triunfo de figuras independientes como Josefa Errázuriz en Providencia. En todo caso, el problema es la interpretación de lo ocurrido.

Las explicaciones son múltiples: desde la más simplista como la voluntariedad del voto, hasta las más complejas como la desazón por el modelo político de elección para diputados y senadores que constituye un candado para la movilidad de la representación ciudadana y que permite reelecciones sucesivas.

Lo que resulta evidente es que hay un malestar que se expresa en esta negativa a participar y que por el momento no señala derroteros.

Más o menos a una semana de distancia, en Buenos Aires, una multitud, calculada en unas 700 000 personas desfiló contra el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Fue el padre de los cacerolazos, -como escribió Francisco Peregil de El País de Madrid, – en el sentido en que fue el más grande y ocurrido desde que el matrimonio Kirchner asumiera el poder en 2003. No hubo un dirigente, un rostro que monopolizara las marchas, Anota Peregil. Los temas, el creciente índice de inseguridad, el rechazo contra las cifras del gobierno que sitúan en un 10% el porcentaje de la inflación cuando analistas independientes hablan de un 25%; la oposición a un cambio en la constitución para permitir un nuevo mandato a la presidenta.

Lo notable ha sido la respuesta de ambos Gobiernos ante estas expresiones de malestares ciudadanos. El Gobierno de Piñera ha aceptado el mensaje de la abstención: la salida del gestor de la política Rodrigo Hinzpeter a Defensa, la búsqueda de un acuerdo entre los candidatos de los dos partidos para no perjudicar la línea política del Gobierno. No ataques a quienes no votaron. En Argentina, por el contrario y en el más puro tono de los populismos, la descalificación, la burla, y por supuesto la promesa de no cambiar jamás el rumbo. Pese a todo, la diferencia entre la democracia entendida desde la igualdad ciudadana y la democracia como mesianismo.

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