Obsesiones infantiles

Por Andrés Cárdenas Matute
Quito, Ecuador

1.

Parte de las seis horas de viaje entre México DF y Quito las ocupé en Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco: un regreso en el tiempo –leitmotiv del poeta– hacia una Colonia Roma venida a menos en los años post Segunda Guerra Mundial. Allí sitúa la historia de Carlitos, un niño que se enamora de la madre de su mejor amigo, desencadenando un conflicto en el que Pacheco, aparte de contarnos esa historia de afectos frustrados, nos muestra un testimonio de su época de niñez. Nos relata postales como aquellas fotografías de Nacho López que acompañan a la última edición de la obra el 2011.

Después abrí la edición de noviembre de la revista Gatopardo. En el artículo El regreso de los místicos impuros leo la entrevista de Julián Herbert a los integrantes de Café Tacvba. “Estamos en la planta alta del Limantour, un bar elementalmente hipster situado sobre la calle Obregón en la Colonia Roma”. Están por lanzar El objeto antes llamado disco, una ruptura con la rutina disconuevo-gira al tocar las canciones inéditas en vivo en distintos lugares y grabarlas allí.

2.

El compositor puertorriqueño Pedro Flores escribió Obsesión, bolero popularizado por Los Panchos: “Por alto esta el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que un amor profundo no pueda romper”. Pacheco la cita en el capítulo seis de su pequeña novela cuando el niño cree que Mariana es la mujer más hermosa del mundo. Café Tacvba la cita en su canción Las batallas que cuestiona a Carlos por salirse de la escuela aquella mañana en la que fue a visitar a Mariana.

3.

“¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche?”. La novela El niño que enloqueció de amor del chileno Eduardo Barrios empieza con una metáfora de lo que viene. Un rayo de luna cruza el laberíntico follaje de un árbol. El ave, pensando que la hora de trinar y agitar sus alas finalmente llegó, vuela. Pronto se pierde en la oscuridad mientras los pájaros equilibrados y fuertes, capaces de descubrir el engaño, permanecen dormidos. Ciega, se ahoga en un lago. O se rompe el pecho en la espina de un rosal.

4.

Quien no se hace como niño no entra en el Reino.

* El texto de Andrés Cárdenas ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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