Herencias públicas

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

La recaída de la salud del presidente Hugo Chávez, anunciada el pasado sábado 8 de diciembre por el mismo mandatario, cogió de sorpresa a la opinión pública y a la prensa internacional, probablemente bastante desconfiada desde el primer anuncio de la enfermedad del mandatario en junio de 2011. Contradictoriamente ninguna enfermedad fue más publicitada a nivel de titulares pero menos conocida en lo que exactamente implicaba. En realidad, el diagnóstico de la misma se convirtió desde el primer momento en secreto de Estado que abrió paso a múltiples especulaciones. Máximo se llegó a conocer la extirpación de un tumor canceroso en la pelvis pero nunca el alcance de la enfermedad ni los órganos afectados. Mientras unos opinaban que era un mero efecto de marketing electoral para captar simpatías para las elecciones presidenciales, otros la consideraban terminal y hacían cálculos sobre los problemas sucesorios. Más grave que todo ello fue la ausencia del mandatario por largos períodos del país que confirmó su aura de elegido indispensable para dirigir al país pese a todas las circunstancias.

Desde La Habana, el presidente Chávez procedió a firmar decretos, nombramientos de funcionarios o aprobaciones de recursos pese a la posible nulidad de los mismos por ser dictados fuera del país. Resulta difícil a estas alturas entender cómo los procesos de secularización, -la igualdad de todos los ciudadanos y de ahí su permanencia temporal no necesaria en cualquier cargo del Estado-, que hace tantos siglos barrieron de Europa a los elegidos indispensables, continúan vigentes en algunos, – no en todos afortunadamente, -países de América Latina.

La confirmación de la recaída del presidente, -nada más pero nada menos, – fue objeto de un acto casi cultual que extraña a las mentalidades laicas que se supone el siglo XX preparó más allá de sus desvíos y contradicciones. El amago de entrega de la espada de Simón Bolívar a Nicolás Maduro escondería, sin embargo, algo más estratégico que un gesto simbólico: el encargo de la jefatura del Estado. En otras circunstancias, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela habría intervenido por la posibilidad que, de acuerdo con las palabras del mandatario, podría no tomar posesión de la presidencia del siguiente sexenio el próximo 10 de enero.

Tan pronto se conoció en junio la enfermedad del presidente se hicieron, como se ha dicho, las especulaciones más extremas. Un problema personal de intenso sufrimiento se convirtió en tema de discusión de unos y de otros pese a lo lamentable que resultaba utilizar semejante tema como expresión de adhesión o rechazo.

Pero la vida continúa. El próximo domingo 16 Venezuela se apresta a la estratégica elección de gobernadores que desde la óptica del chavismo debería complementar la última victoria presidencial. Una contundente victoria de los candidatos del gobierno aceleraría el advenimiento de la Nueva Geometría del Poder que substituiría el voto universal, directo y secreto de los ciudadanos por el Poder Popular.

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