Constitucionalismo mágico

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

Muchos años después la gente habrá de recordar a ese viejo de barba blanca y hablar pausado que desde su isla convoca a presidentes de distintos países o sus delegados de mayor jerarquía y confianza, para que avalen con su voz y su presencia la legitimidad del proceso institucional venezolano, incluso a despecho de la Constitución de Venezuela, por el que se ratifica a un presidente ausente, al que hace ya casi un mes, como si fuera un dios, su pueblo no oye ni ve.

Lo que sucede en Venezuela hoy es casi imposible quitarlo del marco del realismo mágico. Es ocioso abundar jurídicamente. O, quienes están en el gobierno lo son de un gobierno que terminó su periodo el pasado 10 de enero; o, lo son de un gobierno que no ha asumido ni juró como tal. Ilegítimos por donde se les mire. El hecho de que el funcionario presidente sea una misma persona no cambia (no se hace ninguna mención expresa, es como si fueran personas diferentes). Un presidente se va y debe entregar el poder y otro llega y debe asumirlo, y la Constitución dispone todos los mecanismos y alternativas para ello, pese a lo que digan la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, el Nuevo Mercosur, la Unasur, el Alba, Petrocaribe, y los hermanos Castro, por supuesto. A la OEA no la incluimos porque no dice nada, y si dice algo o no le hacen caso o mejor que no lo hubiera dicho.
Pero la experiencia dice que hoy en la región, constitucionalmente hablando, los hechos no siempre responden a lo que mandan las legítimas Cartas Magnas, sino más bien a una especie de Constitucionalismo Mágico.

Veamos algunos ejemplos. En Honduras, un presidente al que se le terminaba el mandato inventó un plebiscito con fines no muy claros, que no estaba previsto en la Constitución ni en la ley electoral.

La iniciativa presidencial, además, fue rechazada por el Poder Legislativo, con los votos de los legisladores de su propio partido, por el Tribunal Electoral y la Corte de Justicia. Pero el Presidente insistió con su idea y mandó a hacer listas en El Salvador y consiguió las urnas en Venezuela. Ordenó a las FF.AA. ocuparse del trabajo –mesas electorales–. El Comandante en Jefe se negó por ser violatorio de la Constitución y fue destituido por el Presidente. Ahí complica la situación: la Suprema Corte restituye al Jefe de las FF.AA. y finalmente estas sacan al Presidente. Y aquí se presenta el gran caso de Constitucionalismo Mágico. La destitución de Manuel Zelaya fue un golpe de Estado.

Pero, Zelaya puso en marcha un plebiscito violando la Constitución y las leyes electorales, desconociendo a los otros dos poderes del Estado, elegidos legítimamente, y destituyó al jefe de las FF.AA. porque se negó a cumplir una orden suya para violar la Constitución de Honduras, y sin embargo nadie se dio cuenta de qué era eso.

Otro ejemplo, el de Paraguay. En estricta aplicación de lo que dice la Constitución, el Senado hizo un juicio político al presidente Fernando Lugo y lo destituyó. Esto fue aceptado antes y después por Lugo.

Pero este se desdijo cuando la Unasur dijo que era una especie de golpe de Estado porque no le habían dado tiempo suficiente para defenderse, como si se tratara de un juicio ordinario en un juzgado por un delito determinado.

Ignoraron que en la Constitución no se establecía ningún tipo de plazo, incluso como garantía para evitar maniobras dilatorias y que en casos de juicios o respaldo político se vota a favor o en contra en función de determinados actos o ante los resultados de un cierto periodo de una gestión política.

Pero, la cuestión fue que a los “popes” de la Unasur, muchos de los cuales en estos días, ellos o sus delegados, han estado en consulta con La Habana, no les gustó que sacaran a su correligionario progresista Lugo, y resolvieron que fue un golpe de Estado. Cosas del nuevo constitucionalismo.

* Danilo Arbilla, ex presidente de la SIP, es periodista uruguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario paraguayo ABC Color.

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