Sembrando tempestades

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Me empeñé en leer en estos días todo lo que estaba a mi alcance sobre lo que está sucediendo en Venezuela con la toma de mando de un ausente para llegar a la conclusión que un diálogo entre quienes no simpatizan con Hugo Chávez y sus seguidores, es imposible. Los primeros utilizan argumentos razonados y un lenguaje sensato, mientras los segundos se han abroquelado en un lenguaje mágico, mítico, chamánico con el que pretenden hacer válidos sus argumentos; corrijo: su ausencia de argumentos.

Las fotografías muestran grupos de personas con carteles como “Yo soy Hugo Chávez”, “Todos somos Hugo Chávez” y cosas parecidas que no son otra cosa que la traducción de aquellas que las decía él mismo en sus discursos: “Yo no soy Hugo Chávez. Yo soy Venezuela”, un patrón de comportamiento que puede ser catalogado sin dificultad alguna por cualquier estudiante del primer curso de psiquiatría.

No voy a entrar en el tema del cual se ha hablado ya hasta el agotamiento: la interpretación de la Constitución venezolana. Solo agrego que considerar que el acto de juramento de un presidente es “pura formalidad”, es un disparate vergonzoso. Quedará como frase memorable de los disparates dichos por políticos latinoamericanos, como ser “Las razones políticas pesaron más que las razones jurídicas” o bien “Chicos, estamos en Harvard, no en La Matanza”.

Hemos llegado a un punto en el que presidentes de los países se pasan insultando a los otros países, cosa que a lo largo de toda mi vida –y creo que he vivido ya muchos años– nunca he visto. La actitud de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional (Poder Legislativo) refiriéndose a Paraguay, hay que decirlo en su descargo, no lo ha inventado él. Cabello se limitó nada más que a copiar el lenguaje grosero, agresivo e insultante que acostumbraba a utilizar su mentor, Hugo Chávez; sí, dicho así, en tiempo pasado, “acostumbraba”, ya que no volverá a hacerlo, a no ser que se presente al banquete como el Comendador en el “El burlador de Sevilla y el convidado de piedra” (1630) de Tirso de Molina.

Hasta que no se me demuestre lo contrario, considero que Hugo Chávez está muerto, desde hace varias semanas, muerto, embalsamado y guardado en una cámara frigorífica para darle tiempo a sus herederos a que logren la continuidad en la “revolución bolivariana” y a que Cuba mantenga la mano adentro a través de los 44.000 cooperantes que están en Venezuela; entre ellos médicos, maestros, entrenadores deportivos, funcionarios que manejan el sistema de identificación de las personas, se encargan de las notarías y registros, controlan los puertos del país y, especialmente, tienen a su cargo los servicios de inteligencia y prestan asesoría militar. A cambio de ello, los hermanos Castro le dan su bendición, apadrinan a Chávez frente a la izquierda cavernaria del continente y reciben, de regalo, más de 110.000 barriles de petróleo ¡por día! Les llega a faltar esta donación a los cubanos y Raúl y Fidel tendrán que irse a la oficina en bicicleta.

Lo que no se puede disfrazar con ningún disparate dicho con un lenguaje aparentemente legalista, es que los venezolanos tienen el derecho –y el Gobierno la obligación de decírselo– de saber cuál es la situación real de Hugo Chávez. La presidenta del Tribunal Supremo, Luisa Estella Morales, dijo que no hace falta ninguna junta médica para informar al respecto, que de eso ya se encarga Nicolás Maduro. Como si Chávez sufriera de un ligero resfriado. Hay que ser serios: Chávez sufre un cáncer muy avanzado y no es necesario tener la bola de cristal para saberlo; cuatro operaciones en un año hablan de su extrema gravedad; cuatro operaciones que le obligaron a pasar 106 días en Cuba durante el pasado año. Desde el 10 de diciembre nadie lo ha visto, nadie lo ha escuchado, no se ha publicado ninguna fotografía, no hay ninguna garantía que pueda hablar, tampoco hay garantía que se encuentre consciente. Y esta buena señora considera que no son necesarios los informes elaborados por médicos de Venezuela, por médicos venezolanos si es que todavía queda alguno en medio de ese ejército cubano que ha ocupado el país en medio de la indiferencia de todos sus ciudadanos. Chávez no ha sembrado vientos, sino tempestades. Veremos lo que recogerán sus descendientes.

* Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en ABC Color, de Paraguay.

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