Régimen académico

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

El Consejo de Educación Superior, CES, ha convocado en estas dos semanas, en diferentes ciudades del país, a las universidades y escuelas politécnicas tanto públicas como particulares a la segunda etapa de discusión del futuro Reglamento de Régimen Académico. Se trata de un reglamento estratégico no solo para la transformación de la calidad académica de las universidades sino para la misma eficiencia de la educación superior. Si bien es cierto que no se ha presentado todavía para discusión un proyecto de articulado, lo que está previsto para febrero y marzo de este año, se han puesto en consideración diferentes documentos donde se exponen criterios, tendencias y estudios sobre educación superior cuya discusión y consenso facilitará en principio los acuerdos respectivos.

Han resultado además muy importantes las declaraciones de los miembros del CES en los diferentes talleres de que la intención es llegar a un reglamento de consenso y que no simplemente de dar a conocer un documento para luego aprobarlo sin tener en cuenta las observaciones de las universidades. La aclaración apunta a la suspicacia existente por parte de miembros de las universidades sobre la valoración que se da en último término a sus criterios y recomendaciones. Las próximas sesiones seguramente harán desaparecer dicha suspicacia. En todo caso y para mantener este espíritu resulta necesario que los acuerdos a los que se está llegando queden debidamente registrados.

El problema de fondo de este Reglamento es cómo conseguir pasar eficientemente del régimen académico actual al que se pretende aprobar. En ese sentido, las visiones apocalípticas de que todo lo pasado estuvo, no solo mal sino peor, restan objetividad a las decisiones por tomar. La clave de la calidad académica no reside en la multiplicidad de controles sino en el fortalecimiento de las instituciones. Y las instituciones forman parte de una cultura que lamentablemente no siempre ha privilegiado lo académico, es decir, el rigor, los procedimientos, la lectura y en tono mayor, la tan reiterada investigación. Hay que añadir además que no existen recetas para conseguir calidad académica en la educación superior ni modelos rígidos en un mundo en crisis y en transformación como analiza precisamente Boaventura de Souza Santos desde su libro «De la mano de Alicia» hasta «El milenio huérfano». El Proceso de Bolonia que hace diez años parecía la suma de la organización académica a nivel mundial experimenta hoy en día grandes cuestionamientos.

Un signo del quehacer científico contemporáneo es la complejidad. Ello implica que las comunidades universitarias,- las que existen actualmente–, son las que tienen que asumir el compromiso por la calidad académica a partir del análisis y de la discusión. Por ello es indispensable un régimen de transición lo suficientemente amplio, flexible y pertinente que garantice el funcionamiento del sistema y no su parálisis. Pertinente al contexto latinoamericano y no a los grandes rankings internacionales.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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