En juego

Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

No es poco lo que se juega en estas elecciones pero pareciera como si un sopor anesteciante adormilara al país. El marco edulcorado por el CNE garantiza un riesgo mínimo para el candidato-Presidente, lo que sumado a una oposición demasiado fragmentada, el control de las reglas del juego y el poder estatal le garantiza una casi segura reelección. Pero el cómo se genera este evento altamente probable es importante y crucial para la democracia.

Una victoria de Rafael Correa en primera vuelta y con mayoría legislativa de más de 50% de la Asamblea dejaría allanado el camino para unas reformas constitucionales que apretarían aún más las clavijas del engranado poder de RC hasta límites que no dejarían espacios para el disenso propio de la democracia. Tal como ocurrió con los plebiscitos que condujeron a la conformación de la última Asamblea Constituyente y a su aprobación, con una ventaja decisiva de RC no habría manera de evitar una aplanadora legislativa en 2013. Amén de una Ley de medios hecha a la medida, creo que lo más complicado vendría con un diseño que garantice reelecciones sucesivas y los cambios que le dieran la holgura tan deseada al Presidente frente a la actual Constitución » demasiado» garantista.

Si en estas elecciones se pudo observar el desbalance del peso de un candidato presidencial que busca la reelección con las condiciones vigentes, es fácil imaginar qué ocurriría en un escenario en donde todos los caminos conducirían a RC per sécula seculorum. Por eso es crucial que surja un límite real al poder de Correa en estas elecciones. Es difícil que ello ocurra en las presidenciales, pero no es descabellado pensar que la Asamblea pueda convertirse en un contrapeso que signifique, por ejemplo, ejercer una fiscalización efectiva al Gobierno, generar más democracia a través de la conformación de órganos estatales que no sean adictos al Ejecutivo (con el CNE a la cabeza) y evitar que el cacareado » proyecto» de RC no se convierta en el asfixiante escenario de una holgada victoria correísta.

En ese orden de cosas, la elección en la Asamblea debiera ser la prioridad para que la oposición comience a tomar no la forma anómala y deshilvanada que tiene en la actualidad, sino un espacio para repensar al país, partiendo de las cosas buenas que se han realizado en este Gobierno pero asegurando un compromiso para generar mayor calidad de la democracia. La batalla decisiva es la que se juega para ocupar las plazas del Legislativo. Uno mayoritariamente verde garantizaría que el sopor actual se convierta en la atontante atmósfera verdeflex durante la próxima década.

Si la oposición gana esa batalla, no vendría mal cierta incertidumbre en las presidenciales. Sin la Asamblea y si eventualmente se ve enfrentando una segunda vuelta, RC tendría que recular de su intento por radicalizar su propuesta. Ello le haría bien a la democracia, más allá de su muy posible victoria. Pero hay un orden de prioridad que no se debe olvidar.

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