Alternabilidad vs. Continuidad

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

Es la ecuación que ha resumido la contienda electoral ecuatoriana, y para decidir por una de estas alternativas, hoy hemos acudido cívica y obligatoriamente a las urnas.

La alternabilidad es un pilar fundamental de la democracia, y es necesario hacerla respetar. Nuestra constitución extiende hasta dos periodos presidenciales el plazo máximo al que puede dilatarse este principio democrático. La continuidad, en contraposición, no necesariamente implica que debe analizársela utilizando la misma vara.

La alternabilidad  solo se refiere a los líderes. La continuidad, tiene un alcance superior. Y a pesar de que implica en su concepción el liderazgo, el concepto se extiende hasta incluir en su axioma a las políticas públicas. Y es desde ese contexto en el que he hecho mi razonamiento sobre los resultados de esta contienda que hemos vivido en este tercer domingo del mes de febrero de 2013.

De acuerdo a los resultados de los “exit poll” , todo indica que la mayoría, a quien hay que reconocer y respetar su victoria, se ha decidido por ahora en respaldar al argumento que defiende la continuidad.

Y la  continuidad, a pesar de los bemoles que implica, es un camino mandatorio que debemos recorrer por las difíciles colinas que suelen encumbrar al desarrollo.

Con la objetividad que requiere el caso, podemos aseverar que el candidato presidente logró nuevamente vender su mensaje. Un mensaje de continuidad a los proyectos que especialmente en temas de infraestructura, salud, y seguridad social, se los percibe como logros y progresos indiscutibles, y si a estos se le suman los beneficios políticos que conquistan los subsidios en forma de bonos y subsidios energéticos, y que a mi criterio, son los que mayor rédito brindan a los políticos…el candidato presidente, ha sido en extremo exitoso, y ha conseguido el respaldo que buscaba para seguir adelante con sus proyectos.

La continuidad de las políticas públicas y de las que muchos insisten en llamar políticas de estado, han sido prácticamente inexistentes en la historia de las políticas públicas ecuatoriana…más allá de ratificar tesis sobre problemas territoriales que nos ataban a continuos momentos de tensión, en el resto de sectores, hemos ido dando botes sin encontrar rumbos estabilizadores. Necesitamos a gritos estabilidad.

Por un lado, el gobierno de la revolución ciudadana, ha disfrutado de un larguísimo período de bonanza en los precios del petróleo, así como también de un importante acrecentamiento  en los ingresos tributarios, y esto ha incidido directamente en el extraordinario aumento de la inversión pública, sobre todo en infraestructura, pero también ha generado un gigantesco crecimiento del estado, y por lo tanto del gasto público.

Pero hay que tener cuidado, por que el respaldo de esas  mayorías afectas a los embrujos que produce el populismo nutrido por los beneficios en términos personales, que promueve la prosperidad de las arcas estatales, es por lo general,  circunstancialmente prestado. Comparables a los capitales golondrinas, que a la más leve señal de peligro, huyen conscientemente lejos, sin que midan el cataclismo que suelen producir sus acciones.  Ambos, solo protegen sus intereses, por lo tanto, son inocentes de cargo alguno. Y nuestra economía no está exenta de en cualquier momento desmoronarse en una crisis que pueda afectar negativamente el cumplimiento de tan abultado gasto público.

Por otro lado, un importante sector de ecuatorianos, nos alarmamos cuando se anuncia la radicalización de la llamada revolución. Entendemos que el mensaje no puede ser más que una advertencia sobre la acentuación del deterioro que en nombre de la revolución y sus  logros se impondrá al principio democrático de  independencia de poderes, a la libertad de expresión,  a la fiscalización de los funcionarios cercanos al presidente, a la tolerancia a las diferencias conceptuales, al respeto a las minorías, y por lo tanto, un irremediable debilitamiento de la institucionalidad democrática, que a la postre puede convertirse en desconocimiento a la requerida alternabilidad que demanda una democracia sana.

Nos toca esperar por los resultados para la Asamblea; será la composición de las fuerzas políticas que constituyan mayoría, la que dará la pauta o declarará la guerra a la pretendida radicalización. Lamentablemente, ambos escenarios, no nos deparan serenidad en nuestro futuro convivir político.

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