Bajan, ¿desaparecen…???

Patricio Troya
Quito, Ecuador

Un diario nacional tiene hasta hoy la costumbre de señalar, semanalmente, los actores que suben o bajan. Copio la idea para expresar mi criterio respecto a los que, en estas elecciones, bajan o se van….

Siempre me pregunté sobre las causas de que Álvaro Noboa se haya lanzado a una elección presidencial; lo hice porque estoy seguro de que no tiene, no tuvo, la más mínima idea de cómo entender el liderazgo de una nación, del Ecuador. Más aún, en 1998, su paso a la segunda vuelta, con una estrechez de votos que todavía se discute, me invitó a pensar sobre cuán poco conozco a mi país, y cúan importante es el dinero en una campaña política. Hoy, en su mínima expresión, es sujeto de burla de muchos que antes lo votaron, y hay razón: en esta elección, Noboa ha sintetizado, con ribetes de caricatura, ese asistencialismo electoral que espero haya sido abandonado: si es del caso recibir un colchón, una nevera, pero sin dejar de cuestionar esa posición barata, lamentable, de quien piensa que la gente es estúpida… Y la gente no lo es.

Noboa viene de una idea “genial” del Partido Roldosista Ecuatoriano, que no avanzó al año en el ejercicio del poder. Se tejen historias respecto de la supuesta mítica capacidad de su líder máximo, que desde Panamá envía videos o twitters: los veo y reflexiono sobre las razones que llevaron a mi país a elegir al mago del tuqui tuqui…Ahora, cualquiera de sus intervenciones le caen al pelo a todos, para demostrar la razón por la cual le defenestraron… La magia del PRE ha desaparecido en la misma medida de que el Estado existe; ahora, ni el recurrir a un pastor les salvó, como partido, de un resultado que simplemente explica su falta de discurso y propuesta.

Lucio Gutiérrez apareció en un momento de crisis política y falta de representación; fue el instrumento de sectores medios hartos de tanta impunidad. Una vez en el gobierno, se encargó de aclarar a sus bases que él no las representaba. No fue una crisis económica la que tumbó al coronel; fue la evidencia de que sus erráticas politicas, del sometimiento a que nuevamente el país se reparta al son de cierto cacique, con nepotismos afines. La clase media fue implacable, no quería más de lo mismo y lo derrumbó, con la anuencia de unas élites que le abandonaron a su suerte, tampoco les era cómodo. En esta campaña, la propuesta de Gutiérrez fue tan simple que las redes sociales se encargaron de hacerla futil… Con Lucio, el pasado era mejor -en una sociedad que apuesta al futuro-; la tres, si me la cuentas, este artículo te lo escribo al revés…

El Partido Social Cristiano abandonó, décadas atrás, su ambición presidencial. A cambio, durante la dècada de los noventa y hasta el 2006, los socialcristianos se especializaron en volverse una suerte de señores feudales, con alcance nacional. Por teléfono, y con ayuda de su bloque legislativo, el alcalde de cierta localidad se encargó de repartir el presupuesto nacional en función de su interés sectorial, con la venia de las instituciones de control, que nada dijeron… Así, bien se podía levantar el árbol de navidad más grande del mundo en una ciudad sin alcantarrillado. La falta de interés en la nación como conjunto se la intentó esconder con un discurso débil, que básicamente era un chantaje o una forma de venganza…. el país no les importaba, bastaba el malecón y sus dividendos…

Y, claro, baja cierta vertiente de opinión pública, que apostó por simplificar la gestión del gobierno en la simple mejora de carreteras, y desde allí su crítica. Perdió esa opinión de dos lados: al parecer, la mejora en la vialidad era importante. Pero, sostener que las políticas públicas en este gobierno se reducen a las vías, es simplemente no haber visitado un hospital o una escuela pública, un destacamento policial antes y después, es no reconocer la existencia de financiamiento, de la mano de un Estado que aparece donde antes era solo un mito.

La opinión de los medios, al margen de la sociedad, rebota… La opinión especializada que se vuelve discurso político, agrede: Vicente Albornoz escribió semanas atrás su idea de la izquierda como concepto, y lo traspoló al Ecuador; más de un colega suyo le disputó su criterio, con varias razones serias, mi opinión. La respuesta de Albornoz insiste en encuadrar una discusión al margen de la realidad, incluso la económica: quizá por vanidad, insiste en un tema lejano para todos. Ecuador no es ni de lejos Corea del Norte, o Cuba, y en esa medida caen argumentos esenciales del articulista, quien deja de lado la existencia de políticas públicas, que de eso es que se debería discutir, como pasa en la idedealizada Europa.

Un ejemplo: el sistema de indicadores sociales se desarrolló desde mediados de la década de los noventa. Apostaría a que ningún gobierno, incluyendo aquel del que Albornoz formó parte, utilizó esos datos para apuntalar políticas, simplemente porque estas no existían. Al parecer eso cambió, y sobre ese cambio y sus derivaciones deberían darnos luces los expertos, no sobre la ausencia de libertades de una Corea del Norte, que no tienen sentido acá. Parece, el discurso de Albornoz, el de Kissinger o el de Haig en los setentas, casi calcado, como volver al discurso de la guerra fría, pero para evitar temas calientes. No hay derecho. A cambio, recomiendo leer a Pablo Ospina, cuyo artículo se presenta en este medio independiente.

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