La agonía de la izquierda

Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

Si bien las ideologías habrían llegado a su fin, la referencia «izquierda política» se mantiene vigente y es utilizada con insistencia frenética en los círculos políticos ecuatorianos y latinoamericanos a pesar de su vaguedad y contenidos cambiantes. Hasta la caída del muro de Berlín la distinción no revestía mayores problemas: Moscú y el PCUS sentenciaban lo que debía reconocerse como izquierda. De esa forma, intereses estratégicos de la URSS fueron transmutados en tesis ideológicas como el antiamericanismo, antisemitismo, pacifismo, entre otros «ismos» que luego pasaron a formar parte del imaginario de la izquierda.

La caída del «muro» y la destrucción de la bitácora comunista, sin embargo, despojaron a la izquierda de orientación certera y condenaron a muchos de sus partidos y movimientos a una trayectoria errática que serpentea entre la derecha, el centro y el fascismo. La nueva izquierda latinoamericana y su modelo autoritario mezclado con nacionalismo, mercantilismo, «antiimperialismo» y hasta el espejismo neocastrista es producto de ese extravío histórico sufrido por las «izquierdas» luego del descalabro comunista.

En Latinoamérica, este descarrío ha permitido el surgimiento del Socialismo del Siglo XXI que reivindica para sí el patrimonio de la izquierda y considera a sus variantes chilena, española, francesa, uruguaya y hasta salvadoreña como contaminadas de «derechismo».

Por ello, no resulta casual que Alianza País haya aprovechado la ingenuidad y el oportunismo de algunos partidos para utilizarlos primero y triturarlos después. Recordemos que estos movimientos y partidos posibilitaron el avance del proyecto de la denominada «revolución ciudadana», aprobando sin chistar los instrumentos jurídicos necesarios para dinamitar las instituciones existentes hasta entonces.

En la denominada izquierda ecuatoriana se pensaba hasta hace poco que los decapitados por la revolución ciudadana eran, principalmente, ciertos movimientos de la derecha, particularmente aquellos de la «derecha torcida». Se olvida, sin embargo, que las principales víctimas del exterminio institucional han sido, precisamente, los mismos partidos y actores que pretendieron valerse de Alianza País y su proyecto. Alberto Acosta y el conjunto de movimientos y partidos de la denominada izquierda ideológica intentaron recuperar la identidad y espacios de esta vertiente política. El resultado electoral fue desastroso y demostró que el electorado de la izquierda tradicional había sido absorbido, casi enteramente, por Alianza País.

La izquierda perdió sintonía con sus votantes habituales y fue castigada por su oportunismo en el 2007. A diferencia del pasado, hoy no existen divisiones ni conflictos al interior de la izquierda ecuatoriana; existe un partido y un pensamiento únicos.

* El texto de Carlos Larreátegui ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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