Los delirios del delfín

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

La campaña electoral venezolana no aporta nada a lo que ya se esperaba de la misma. Incluyendo la gravedad de la denuncia confirmada como cierta por el rector principal del CNE venezolano acerca de la vulnerabilidad del sistema que administra las máquinas electorales, y el ilegal acceso a las mismas mediante clave, que se descubriera ha conseguido un miembro importante del oficialista PSUV. Una campaña cargada de insultos, acusaciones, promesas imposibles de cumplir, denuncias de corrupción y de entreguismo imperialistas de ambos bandos, y una serie de sucesos y afirmaciones que caen en el plano del ridículo, inclusive para los sentimentalismos típicos de nuestra Latinoamérica.

Todo el aparato y el poderío económico gubernamental volcado al servicio del candidato oficial, la negativa de debatir con el candidato de la oposición, las anunciadas colosales victorias por parte de las empresas encuestadoras oficialistas, y la oratoria fanática invocando la herencia del fallecido comandante como eje principal de las ofertas oficiales han sido el sustento de la campaña madurista.

Ninguna sorpresa, tampoco innovación que contribuya a la independencia e individualidad del pretendiente electoral por el ala oficialista a la primera magistratura venezolana. Sin embargo de reconocer reiteradamente que Chávez es único e irrepetible, y de asegurar que es su hijo, las diferencias entre Maduro y su difunto padrino político y creador son simplemente abismales, y están jugando en su contra al momento de definir su personalidad y su capacidad personal para heredar el liderazgo de un país inmensamente rico en recursos e injustamente pobre en su realidad global.

A diferencia de su progenitor político, quien sobresalía por sus ingeniosidades y su virulento verbo, las ocurrencias de Maduro lo han expuesto al ridículo y ser el caldo de cultivo de la prensa internacional, que se encuentra a la cacería de material para engrosar las perlas de las que no se escapan las líderes políticos del mundo entero.

Desde su alusión a que el difundo presidente Chávez ascendió frente a Cristo para influenciar directamente en la elección del Papa suramericano, hasta el jocoso suceso protagonizado por un “pajarito chiquitico” que se supone era la encarnación del Comandante presentándose para conversar por medio de silbidos y proferirle su personal bendición al comienzo de la campaña electoral, reflejan la debilidad de su oratoria. Inclusive su alegato en defensa del inusual encuentro que atribuye a una profunda espiritualidad personal la extraña experiencia , más cercana a una irracional idolatría, reflejan la falta de madurez en su proceso de formación de liderazgo político.

Solamente hace unas pocas semanas anunciaba el candidato Maduro una supuesta campaña liderada por los derechistas norteamericanos Otto Reich y Roger Noriega, en la que como cabezas conspiradoras lideraban un plan para asesinar al candidato Capriles. Pues resulta que ahora las mismas figuras han sido acusadas, hace unas pocas horas, de estar conspirando junto a miembros de la derecha centroamericana para procurar su asesinato. Casi como disparando al cielo para ver si cae un pájaro.

Maduro arrancó la carrera electoral con una clarísima ventaja, los acontecimientos y delirios del delfín durante el transcurso de la campaña apuntan a que la misma casi ha desaparecido. El 14 de abril, el pueblo venezolano tendrá nuevamente la última palabra.

@gusdominguezm

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