El veneno del euro

Gonzalo Orellana
Londres, Reino Unido

Cuando hace poco más de una década se estableció el euro como moneda común para los iniciales 12 y posteriormente 17 países, se lo consideró como un paso más dentro del exitoso proceso de integración que durante 50 años había traído paz y prosperidad a Europa. Una década más tarde y luego de 5 rescates: Grecia e Irlanda en 2010, Portugal y el rescate parcial de España (sector financiero) en 2012 y el reciente caso de Chipre, vemos que la moneda única es por ahora incapaz de resolver sus serios problemas.

Para entender la situación de los países rescatados y de algunos otros que han estado cerca de serlo, hay que considerar los dos grandes impactos que la llegada del euro trajo consigo. El primer impacto para los países “periféricos” (fuera del corazón mismo de la economía europea, entiéndase Alemania y Francia y su área de influencia) fue la reducción de las tasas de interés, o mejor dicho créditos baratos. Dado que el Bundesbank o Banco Central Alemán se convirtió en el eje del Banco Central Europeo, el resto de naciones se vieron beneficiados de la credibilidad y bajo riesgo de Alemania, haciendo mucho más barato para los gobiernos y bancos el poder endeudarse. Estos préstamos baratos se trasmitieron rápidamente a las familias y empresas y al gasto público, de ahí que en todos los países en crisis vemos que por lo menos una de estas condiciones se cumplieron: excesivo gasto público, sobreendeudamiento de bancos y empresas y burbuja inmobiliaria.

La segunda consecuencia del euro fue menos notoria al inicio pero igual de importante en el largo plazo y está relacionada con la perdida de competitividad. Grecia, Portugal o España se encarecieron considerablemente después del ingreso al euro, haciendo sus industrias menos competitivas que las de países tradicionalmente caros pero más competitivos como Alemania, Austria u Holanda. En los primeros años del euro, los trabajos perdidos en el área industrial fueron compensados con el incremento de puestos de trabajo en sectores beneficiados del crédito barato como el sector financiero, la construcción o el sector público.

Ante el estallido de las burbujas inmobiliaria, financiera o de gasto público, el único plan que ha encontrado la Unión Europea son los ajustes. Ajustes que incluyen desapalancamiento de las familias, reducción del balance de los bancos y reducción del gasto de gobierno. El problema de esta receta es que es tremendamente recesiva, para que tengamos una idea, desde que empezó la crisis y considerando los pronósticos del 2013, Grecia habrá perdido un 30% de su PIB, Portugal alrededor del 12% y España e Italia alrededor del 7%, y eso suponiendo que vuelva el crecimiento en 2014, lo que en muchos casos no es realista.

El problema de estos países no es solamente corregir excesos de períodos pasados, sino ante todo cambiar su modelo de crecimiento. Durante la época de las “vacas gordas” perdieron una serie de industrias que difícilmente serán recuperadas, y la crisis ha hecho desaparecer o reducirse considerablemente los sectores sobre los que se había basado su crecimiento en la ultima década, por ejemplo la construcción en España o el sector financiero en Chipre.

Las alternativas ante lo que seguramente será por lo menos una década perdida, ni son muchas, ni son fáciles: la primera opción es salir del euro, y aunque esto suene aterrador para muchos, probablemente es el mejor camino para Grecia o Chipre, pues aunque tendría un impacto muy fuerte en el corto plazo (no mucho peor que lo vivido en los últimos años), tener una moneda propia les permitiría ser mas competitivos y volver a crecer.

La segunda alternativa, también dolorosa, aunque quizás un poco menos si se hace organizadamente, es el “default” parcial de la deuda, Grecia ya lo hizo y no es descartable que otros como Portugal o Chipre también lo necesiten. El principal problema de no pagar la deuda es que durante años el país permanece fuera de los mercados financieros, sufrimiento conocido por muchos estados latinoamericanos, de ahí que es necesario hacerlo ordenadamente y con el respaldo de sus acreedores, en este caso, los otros países europeos.

La última alternativa es difícil por razones políticas más que económicas, e implicaría una política fiscal expansiva por parte de los países que pueden hacerlo, entiéndase Alemania y algunos otros. Este es uno de los problemas estructurales de la Unión monetaria, mientras en EEUU si un estado tiene problemas, nadie duda de que el resto del país lo ayudará, en Europa se tiene una moneda y un Banco Central, pero 17 presidentes y 17 parlamentos que deben tomar decisiones. Esto hace el proceso dolorosamente lento y plagado de intereses locales o electorales que muchas veces se contraponen a lo que es mejor para Europa.

El futuro seguramente traerá una combinación de estas tres alternativas, paises dejando la moneda común, otros haciendo alguna forma de “default” y ojala alguna forma de estimulo fiscal. Sin embargo lo que es seguro es que el euro pasará a la historia como un proyecto excesivamente ambicioso, por el número de integrantes, y estructuralmente deficiente, por la falta de instituciones que garantizaran su éxito.

Más relacionadas