El inevitable final del socialismo

Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

Las elecciones venezolanas del domingo pasado zanjaron el intenso debate sobre la sostenibilidad de «un chavismo sin Chávez». Los resultados electorales demuestran una vez más que los regímenes caudillistas no admiten sucesores y mueren con su líder. La desaparición de Chávez marca el final del socialismo del siglo XXI y el inicio de un amargo despertar para los millones de venezolanos que fueron dopados por el discurso y la propaganda de Chávez.

Maduro es el gran perdedor de las elecciones presidenciales. A pesar de contar con el gigantesco aparato estatal y recurrir a métodos fraudulentos para distorsionar los resultados, Maduro ha conquistado la presidencia con una diferencia mínima -y, además, hipotética- del 1,5%. En contraste, Capriles ha ganado perdiendo y debería estar agradecido de no haber llegado la Presidencia bajo esta coyuntura.

Chávez deja un país dividido, quebrado, desmoralizado y desprovisto de instituciones. No habría sido justo que Capriles diera su cara como gobernante cuando el inminente colapso de la nación venezolana se produjera. Sabemos que en América Latina los responsables de las crisis son casi siempre los gobernantes del momento, aquellos que debieron agarrar la bomba fabricada por otros. No debemos olvidar que el colapso de Venezuela es un asunto de meses, quizá, semanas.

La desesperación de Maduro y los jerarcas de la nomenclatura chavista comienza a manifestarse en los actos coercitivos y autoritarios de las últimas horas. Algunos chavistas han pedido el enjuiciamiento y detención de Capriles mientras las manifestaciones y cacerolazos de la oposición han quedado proscritos. Varias personas han sido apresadas y asesinadas en las últimas horas y existen claros indicios de que la violencia irá en aumento.

Entretanto, el Gobierno ha perdido el libreto y no tiene otro camino que el de recurrir a la represión e intimidación. Venezuela se encuentra al borde del abismo. De la misma manera que el surgimiento de Chávez y su socialismo petrolero del siglo XXI marcaron profundamente la política latinoamericana de los últimos quince años, su ineluctable implosión tendrá consecuencias en el plano hemisférico; Cuba, la Alba y la izquierda carnívora latinoamericana soportarán consecuencias definitivas.

Por esto, aquellos gobernantes que se han inspirado en Chávez deberían reconsiderar su línea de acción si pretenden sobrevivir en el corto plazo. El violento torbellino que captura a Venezuela debería señalarles la implacable lógica del modelo socialista del siglo XXI y el peligroso destino personal y político que podría aguardarles. Algunos discípulos del Comandante regados en varios países del continente americano están muy a tiempo de evitar para sus pueblos el trágico destino que enfrenta Venezuela.

* El texto de Carlos Larreátegui ha sido publicado originalmente en el diario El Comercio.


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