Las lanzas y su blanco político

Luis Eduardo Vivanco
Quito, Ecuador

El Gobierno una vez más enfila sus lanzas. Esta vez dice que se ha cometido un delito al publicar fotos de indígenas Waoranis atravesados por lanzas. Sí, atravesados por lanzas. Imágenes duras. Duras como la realidad que se vive en la selva ecuatoriana. Una realidad que la gente en las ciudades preferimos no ver, porque así seguimos nuestras vidas tranquilos, viendo la telenovela de las nueve sin preocuparnos de que unos hombres desnudos en la jungla estén en guerra.

Eso resulta más cómodo que analizar como sociedad qué se ha hecho en 50 años para detener esas matanzas, orquestadas al son del supuesto desarrollo petrolero. Ahora, sin embargo, queremos encarcelar a periodistas por revelar cuán cruenta es la situación que se vive en el Oriente.

Pues sí, las imágenes son duras. Duras como las del cuerpo de monseñor Labaka cuando fue ejecutado por lanzas dentro de este mismo conflicto. Unas imágenes que recorrieron el mundo y que hicieron que en algo, el tema salga del oscuro rincón en el que los ecuatorianos preferimos guardar las cosas incómodas. Pueden gustar o no las instantáneas, pero ¿delito?

Imágenes duras como las que vemos en documentales de National Geographic sobre el holocausto nazi, donde observamos los cadáveres de los judíos apilados como si fuesen leña. Sabemos cuan dura fue la barbarie de Hitler, gracias a que conocemos sus horrores y así sabemos a dónde no queremos volver.

Las más salvajes acciones humanas que han sido documentadas han permitido ponerles la etiqueta de irrepetibles, aunque fieles a la estupidez del hombre, las cometamos una vez más.

Así hemos visto las escalofriantes guerras de África y así se han procesado genocidas. Con la cruda imagen del cadáver del Che Guevara, se han empujado las luchas sociales.

Pues bien, mientras en el resto del mundo denunciar los horrores de la mano humana es una obligación moral y se ganan premios como el World Press Photo o el mismo Pulitzer (con esto no quiero decir que las que se publicaron merezcan premio alguno), aquí el Gobierno ecuatoriano emprende una acción legal. No para encarcelar a los traficantes de madera que han comprado a indígenas de la zona y financian la guerra para hacerse del cedro, tampoco a los petroleros que son una ficha clave en el proceso, peor aún a los asesinos, al parecer, financiados por los dos anteriores. No, los que deben ir presos son los periodistas, criminales que cometieron el horroroso delito de mostrarle al país la realidad y hacer que la sociedad hable de ello. Sí, que hable de ello, que hable de que los pueblos ocultos van a desaparecer si mantenemos el sendero por el que vamos, que se hable de que existen asesinatos de mujeres, niños y que al parecer a nadie le importa. Como si no fuesen humanos. Pues lo son.

El Gobierno dice que se atenta contra la honra de las personas que son fotografiadas y las de sus familiares, como si su vida fuera secundaria. Lo que realmente urge es evitar el exterminio, no hay que perder la brújula ni el tiempo.

Sin embargo, el discurso moral en estos tiempos siempre tiene éxito y con esa bandera se puede despistar del tema central. El problema no ha sido la matanza, el problema han sido las fotos. Una vez más, la culpa es la de la prensa y todos seremos felices si encarcelamos a los que denuncian, pero seguimos permitiendo que el oro negro sea más valioso que la sangre de los no contactados. No importa, siempre es mejor ver la telenovela.

El Régimen también busca que su aguja no se quede sin puntada e incluye en su reclamo judicial un hecho que considera gravísimo: advertir que el sistema interamericano podría actuar para salvar vidas que el Estado no ha podido resguardar durante décadas. Qué terrible atropello de los periodistas, si no queremos que los ecuatorianos sepan de la barbarie, peor afuera. Estos periodistas, merecen la guillotina.

En fin, ya veremos en qué termina este proceso. Un tema que nace con la garantía que ofrece hoy en día la desdibujada independencia judicial.

Porque si, las imágenes son duras, son incómodas, como dura es la realidad, como incómoda es la prensa para el desarrollo de los “sectores estratégicos”.

NOTA: Este es mi punto de vista personal, de ninguna manera representa una postura oficial del medio para el cual trabajo.

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