Socialismo y mercado

Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

«La economía del país debe sustentarse en el fortalecimiento del sector productivo. La empresa, siendo el eje del sector productivo, debe contar con el marco adecuado para generar empleo y recursos económicos». Con este postulado, que bien podría encabezar un plan de gobierno, empieza la exposición de motivos del reciente proyecto del Ejecutivo en materia bursátil.

En el 2011 el monto negociado en las bolsas de valores en Ecuador fue el más bajo de la región, menor incluso que Bolivia, tanto en términos absolutos como por porcentaje del PIB. En valor total de los títulos registrados en bolsa en el indicado año, Ecuador tenía una cifra 35 veces inferior a la de Colombia, 14 veces menos que Perú o 47 menos que Chile. En suma, la ecuatoriana ha sido una empresa altamente dependiente de la intermediación financiera (préstamos bancarios) y marginalmente de inversionistas que compran títulos en las bolsas.

Uno de los factores que ha mantenido débil al tejido empresarial del Ecuador por décadas ha sido el incipiente mercado de valores, cuya marginalidad ha sido una barrera de entrada estructural para los competidores que no están en posición de acceder a crédito bancario, privando no solamente a los emprendedores de herramientas más eficientes de financiamiento de sus proyectos (que sí las tienen sus competidores vecinos en Perú, Colombia, Chile, Brasil), sino también a las familias de opciones de colocación de su ahorro, que hoy se mantiene en cuentas de ahorro o se gasta en carro nuevo o televisiones de alta definición.

En esta línea el actual Gobierno ha concretado una positiva iniciativa de reforma de la Ley de Mercado de Valores y otras leyes conexas. Detalles aparte que podrían corregirse (como la exigencia de la nómina de accionistas hasta llegar al último titular persona natural, que luce contradictoria con el espíritu general de la reforma de facilitar la formación de nuevas compañías, o las restricciones a los fideicomisos en garantía), hay una manifiesta intención de apoyar el ingreso al mercado de nuevos actores, de estimular la competencia de pequeños y medianos, insertando figuras que generan profesionalización y confianza en los actores del mercado y herramientas que han funcionado en bolsas más dinámicas de economías desarrolladas, como la banca de inversión, profundizando la separación entre la banca ordinaria (que vive de la intermediación) y el mercado de valores (que busca la desintermediación), y unificando el sistema bursátil para darle eficiencia. A esto se añaden incentivos tributarios.

Si bien hay otros cambios necesarios para estimular el crecimiento del sector productivo, que implican también abandono de paradigmas en el mismo sector empresarial, la reforma enviada a puertas de un nuevo mandato presidencial constituye un claro y concreto mensaje. Capitalismo y mercado no son sinónimos, tanto como socialismo y mercado pueden no ser opuestos. De hecho no hay forma más eficiente de lograr mayor participación social en el acceso a los medios de producción que expandiendo el mercado de valores. No suscribo el socialismo, pero puedo apreciar que hay más de un camino para llegar a Roma.

* El texto de Bernardo Tobar ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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