Batalla de los sexos

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

Un desdichado suceso entre personas que realizaban actividades privadas ha resultado el combustible que está encendiendo una escalada de eventos que podrían perjudicar el solvente flujo de relaciones políticas, diplomáticas y hasta comerciales entre dos naciones hermanas.

El lamentable desencuentro, suscitado en la fila de una caja para realizar pagos dentro de un supermercado, se produce como resultado de la manifiesta descortesía de una cliente de dicho establecimiento y de la lógica expresión de protesta de quien se siente perjudicado por el irrespeto de la infractora. Este es el irrelevante hecho que antecede a la desagradable experiencia del diplomático ecuatoriano en territorio peruano.

Nuestro embajador en Lima, acaba de ser víctima del triste desenlace de un altercado en las que, agredido él y su familia por dos arrogantes personas del sexo femenino, aristócratas del escándalo y de la irreverencia, se pretende presentarlo como un vulgar agresor.

Dos mujeres pendencieras en su actuar, que como nos revelan los videos grabados por las cámaras del supermercado y el parte policial, inician una metralla de insultos, previa a la agresión física de la que son sus claras iniciadoras, para luego escupir calumnias y narrar a la prensa sensacionalista su auto infligida desaventura con un matiz de dulzura y con careta de inocencia agredida. Todo esto, con el simple despropósito de distorsionar los hechos y hacer centro de un escándalo al embajador ecuatoriano y su familia íntima, por el solo pecado de defenderse sin tener la nacionalidad peruana.

Obviamente, para cualquier ser humano, y en cualquier parte civilizada del mundo, la defensa ante el ataque físico de irracionales fieras humanas es la única herramienta de protección. El uso de la fuerza para proteger a los suyos y a sí mismo ante una ataque con violencia física, no puede ser tergiversada con tanta malicia y perversidad.

Lamentablemente, y en detrimento de relaciones más nobles e importantes, como son la nobel integración y el continuo mejoramiento de la difícil relación histórica entre nuestras naciones, una prensa irresponsable, con tinte amarillista, sumada a  unos cuantos políticos ávidos de primera página y faltos de previsión e inteligencia, magnifican y arremeten contra la víctima extranjera, con el único objetivo de vender más o de venderse mejor.

Ha hecho bien el presidente ecuatoriano en defender fervientemente a su embajador y enfrentar personalmente a ese sector de la prensa dañina, malintencionada e intermediaria de la exageración y la mentira. Como vemos, una verdad contada a medias, resulta menos constructiva y largamente más destructiva que una verdad no contada en su totalidad.

Las relaciones cordiales, respetuosas y de reciprocidad entre Ecuador y Perú, no han perdido la importancia que ambos gobiernos han revelado como prioridad. Lo que queda todavía incierto es la suerte que el embajador Riofrío y su misión tenga que enfrentar. Es irrefutablemente cierto que el ambiente para que desarrolle sus actividades diplomáticas ha quedado destructivamente manchado por un negativo evento que él no ha originado, pero en el que involuntariamente ha sido su principal protagonista.

El embajador Riofrío, responsablemente deberá solicitar el retiro, por motivos personales, de su encargo diplomático en la ciudad de Lima, no sin antes empezar un proceso judicial en contra de las nefastas agresoras. El gobierno ecuatoriano, a renglón seguido, debería pensar en designar para tan prestigioso y difícil encargo a una embajadora, y simplemente cerrar la página de este injusto suceso, marcado por un inconsecuente sensacionalismo de una batalla de los sexos.

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