Una isla rodeada de tierra

Sergio Ramírez Mercado
Madrid, España

Augusto Roa Bastos dejó dicho que Paraguay es una isla rodeada de tierra. Y, aún más que eso, el célebre doctor Francia, Supremo Dictador Perpetuo de la República, convirtió al país, a partir de la independencia, en 1811, en un sepulcro sellado para quienes vivían en su territorio, sin mendigos ni ladrones ni asesinos, pero también sin enemigos, hacinados en los calabozos o en los cementerios. Lo sucedió su sobrino Carlos Antonio López, quien amasó una inmensa fortuna a la sombra del poder.

Tras su muerte, en 1862, el mando pasó a manos de su hijo, Francisco Solano López, elevado a mariscal por un decreto que él mismo firmó ya presidente. Había sido enviado a Francia por su padre a comprar un cargamento de armas, y en París se enamoró de las pompas de Napoleón III y de una irlandesa, Elisa Alicia Lynch, “la Madama”, pronto convertida en la más grande terrateniente de Paraguay y quien, ya viuda, habría de morir, sin embargo, en la miseria.

A partir de 1865 se declaró la Guerra de la Triple Alianza, librada contra Brasil, Uruguay y Argentina, en el curso de la cual murieron un millón de paraguayos y solo sobrevivieron niños, mujeres y ancianos, y un puñado de hombres. El país quedó en manos del imperio brasileño, y bajo la sombra de esta ocupación nació en 1887 el partido Colorado, que gobernó durante 60 años, único legal desde la llegada al poder del dictador Alfredo Stroessner, en 1947, hasta que este fue derrocado en 1989 por su consuegro, el general Alfredo Rodríguez, otro colorado.

La situación de pobreza ha cambiado poco hasta ahora, como ha cambiado poco el imperio de la corrupción, que va del enriquecimiento ilícito de los gobernantes a la compra de votos, sobre todo a los indígenas guaraníes. Y cambiarla fue la bandera con que el antiguo obispo Fernando Lugo llegó al gobierno en el 2008, el primer presidente que desde la independencia recibía la banda presidencial como candidato de la oposición, hasta que fue depuesto en el 2011 por un golpe técnico.

El partido Colorado regresa al poder con el empresario Horacio Cartes, un multimillonario, favorecido por la ingenua convicción de tantos votantes de que quien ya tiene mucho no necesita robar desde la presidencia. “No me afilié al partido para hacerme rico –dice él mismo–; ya tengo todo y de todo.” Hasta acusaciones por lavado de dinero y contrabando, provenientes de la DEA de Estados Unidos y de una comisión investigadora del Congreso de Brasil.

Banquero, dueño de dos docenas de empresas y del equipo de fútbol Libertad, se le acredita haber llevado a la selección paraguaya a los cuartos de final en el mundial de Sudáfrica, lo mismo que se ponen en su cuenta amoríos con estrellas de la pasarela y de la televisión.

Ahora deberá demostrar si tiene las capacidades suficientes para gobernar un país lleno de tantas calamidades como cuando empezó el reinado del partido Colorado. Hay quienes dicen que durante la campaña electoral habló muy poco para que no errara tanto, según el consejo de sus asesores.

Preguntado en un programa de radio qué haría si descubría que un hijo suyo fuera gay, respondió: “Me voy a pegar un tiro en las bolas, sinceramente”. Es por eso por lo que, con justa razón, no lo dejaban dar entrevistas ni hablar con la prensa. “El que quiera ser feliz andando de rama en rama, que se vuelva mono”, dijo de los homosexuales en el mismo programa.

Una historia que se muerde la cola. Dictadores mesiánicos, guerras devastadoras, pobreza y marginalidad, corrupción campante, golpes de Estado, partidos que se eternizan en el poder, candidatos sacados del variado sombrero del mago. Nada extraño en el paisaje de América Latina.

* Sergio Ramírez Mercado, ex vicepresidente de Nicaragua, es novelista. Su texto ha aparecido originalmente en el blog sergioramirez.org.ni

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