Espejo venezolano

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

No es cierto que los espejos se limiten a ser testigos mudos de lo convencional. Ya Borges advirtió sobre su carácter siniestro. Por los espejos podemos acceder a otras dimensiones, incluso «al lado oscuro de la fuerza». Por ello, hacer de los espejos simples referentes de lo que podríamos llegar a ser o lo que no deberíamos hacer es poco. Los espejos no están diseñados, afortunadamente, al gusto de los positivistas o de los pragmáticos: dan cuenta del surrealismo y de los disfraces de la condición humana.

Por ejemplo que en un país, su Gobierno, cuestionado profundamente en su legitimidad y encargado de administrar el caos productivo heredado, al terminar su primer mes, haga a la vez el anuncio oficial de la importación urgente de 50 toneladas de papel higiénico porque, en caso contrario, las consecuencias serían simplemente insoportables y, por otro, firme un acuerdo de cooperación con otro país, -Cuba, – por $2 000 millones. ¿Por qué negarle a la oposición su función de tal y amenazarla con el viejo argumento del lobo: la conspiración permanente? En solo un mes, la denuncia de varios posibles golpes de estado, «un nuevo plan de magnicidio, más un complot internacional y algunas guerras de cuarta o de quinta generación», enumeraba como parte de la «normalidad» venezolana, Alberto Barrera Tyszka en su columna en El Nacional el domingo pasado.

Porque lo que está sucediendo en Venezuela y en otros países es que se está constituyendo un nuevo orden de lo natural que concede carta de impunidad a cualquier extravío. «Es normal sospechar que tu teléfono puede estar pinchado… Es normal hacer colas en el supermercado y preguntar qué cantidad de kilos de arroz o de paquetes de harina puedes llevar. Es normal que el presidente encadene todas las radios y televisoras cada vez que le dé la gana. Es normal no salir de noche…Que te asalten en el Metro, en un cine o en un entierro no tiene nada de raro… Es normal que seamos un país rico y que tengamos una de las inflaciones más altas del mundo.» Y hay más ejemplos….

Así la alianza que propone el Gobierno de Maduro a los empresarios venezolanos que Carlos Blanco en Tiempo de palabra resume en pocas palabras: «trabajen, produzcan, yo les digo cómo y a dónde dirigen la producción y no se metan en ‘polí tica’».

Cuatro respuestas posibles y un as bajo la manga dice Blanco. Primera, la de Marcel Granier: «no me la calo y hago lo que la gente libre hace con lo que tiene y lo que dirige». Segunda, la de Guillermo Zuloaga al vender Globovisión: «he dado una lucha pero si yo sigo, la empresa quiebra o se cierra, y los trabajadores sufren». Tercera, la que aparentemente escogió Lorenzo Mendoza de «Polar»: «yo hago lo que sé hacer, no me molesten en mi actividad y yo no me meto en polí tica porque no es mi oficio». Cuarta, la de los «boliburgueses y bolichicos», «que se zambullen en sus piscinas de oro y hacen polí tica de la rica». Blanco no añade si en este último caso los empresarios se justifican porque están «haciendo plata como nunca». El as: «tú estás financiado a Capriles; el Sebin te tiene grabado».

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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