Carta a Tomás Moro

Simón Espinosa Cordero
Quito, Ecuador

Querido Moro: Te cuento que fuiste muy mentado en la Asamblea Nacional del Ecuador el pasado 24 de mayo. Estuviste en la punta de la lengua de Gabriela, presidente de nuestra función legislativa. Gran honor para ti estar en boca de la primera mujer que recibe esa carga desde septiembre de 1830. Gabriela fue elegida por lo mejor y lo más numeroso del pueblo del Ecuador, país donde el whisky es cuatro veces más caro que en el parlamento inglés. El arcángel Rafael la escogió como su mensajera. Te felicito, Moro.

El arcángel, -médico, guía de caminos, hacedor de matrimonios en Irán, la antigua Persia,- probablemente habrá dado el visto bueno al texto del discurso de su mensajera. En nuestras pinturas coloniales representan al arcángel con alas y falda corta, que aquí llamamos mini, prenda que nuestro Rafael ama en las asambleístas cuando él se halla en estado de buen humor. Te felicito, Moro.

Gabriela nos ilustró sobre Utopía, tu bestseller. Tomó tu fantasía como modelo para perfeccionar aquí la sociedad ideal de buen vivir y del conocimiento superior. Nuestra nación se asienta, como en tu libro, en una isla separada de los países capitalistas por los océanos Hugo y Fidel, según la nueva geografía de la revolución bolivariana. Te felicito, Moro.

Gabriela evitó mencionar ciertos detalles insignificantes de tu vida. Por ejemplo, que el rey te puso juicio por alta traición. ¿Recuerdas, Moro, a Enrique Octavo, loco de amor por Ana Bolena, de la cual quería un hijo que su legítima esposa Cata no le había producido porque todavía no se fecundaba in vitro? ¡Cómo te opusiste a que se divorciara de Catalina de Aragón, casada por la Iglesia! Fuiste más valiente que el durísimo Maduro al no aceptar el Acta de Supremacía que declaraba al rey cabeza de la nueva Iglesia Anglicana. Y recuerda que fuiste decapitado en la Torre de Londres por todo esto, Tom terrorista. La Iglesia Católica te canonizó como mártir. La Iglesia Anglicana te tiene en su lista de santos y héroes cristianos. Te felicito, Moro.

Gabriela no mencionó cómo acabaste tú o porque ella se había olvidado de todo esto o porque creía que tu vida y tu muerte es una mentira de los periodistas de la oposición o más bien porque tú, Tom, no eres ningún modelo para quienes agachan la cabeza y ahogan la voz de la conciencia por no perder los favores del rey. Te felicito, Moro.

Sé que sufriste mucho con Pol Pot. En los cuatro años de su mandato (1976-1979) organizó la sociedad según la utopía agrícola, de vida sencilla, exenta de la corrupción de la ciudad. «En su concepción homicida y casi psicótica de una utopía comunista, Pol Pot, el hermano número uno, superó todo cuanto había imaginado George Orwell. Fue responsable de la muerte de entre dos y cinco millones de hombres, mujeres y niños: más de un tercio de la población camboyana.» (Simon Sebag, Titanes de la Historia).

Adiós, Moro, santo y mártir: ¡Ruega por nuestra isla de la «Utopía».

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