Próximo presidente del Mercosur armará a dos millones de obreros

ABC Color
Asunción, Paraguay

En un arranque retórico propio del déspota en el que se ha convertido, el nuevo mandamás de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó a las autoridades militares la incorporación de hasta dos millones de obreros en las milicias bolivarianas creadas por Hugo Chávez en 2005 y actualmente compuestas por más de 130.000 efectivos. El objetivo, adujo el obnubilado bolivariano, “es fortalecer la alianza obrero-militar” y obtener un “mayor respeto” para la clase trabajadora.

Se hizo el anuncio poco después de que quedara expuesta a la luz pública la sórdida pulseada por el poder entre Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, teniente en situación de retiro y camarada de aventuras golpistas del finado comandante Hugo Chávez. La verdadera finalidad oculta de la decisión, pues, sería que el presidente venezolano cuente con una poderosa guardia pretoriana, por si las dudas, para que lo defienda en caso de verse amenazada su permanencia en el Gobierno por algún ruido de sables.

La medida, netamente autocrática, no es novedosa. Todos los sistemas totalitarios la han utilizado, tanto las dictaduras de extrema derecha como las de extrema izquierda, para tener atemorizada y controlada a la población civil y asegurar por las armas el poder de los tiranos de turno ante cualquier eventualidad.

Así impusieron los dictadores François y Jean-Claude Duvalier su régimen de terror, creando las milicias conocidas como “Tonton Macoute”, grupos paramilitares destinados casi exclusivamente a dar apoyo táctico y logístico a la satrapía. Así impuso el déspota chino Mao Tse-Tung, a sangre y fuego, su “Revolución Cultural” en la década de 1960.

El “apoyo al régimen” brindado por estos grupos armados consistía en la delación y la sistemática persecución de los disidentes, el secuestro de los opositores y la represión generalizada de la población civil. Todo esto, desde luego, es lo que ya está ocurriendo en Venezuela con las “milicias bolivarianas” que el futuro presidente del Mercosur, Maduro, pretende aumentar con dos millones de obreros.

A todas luces, esta es la muestra más cabal del completo naufragio de la seudodemocracia venezolana, ya que nadie en su sano juicio –fuera de los bolivarianos Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, “Pepe” Mujica, Evo Morales y Rafael Correa– puede pretender que la existencia de este tipo de bandas armadas sea compatible con un sistema de gobierno plural y republicano.

En una democracia normal, el uso de la fuerza es competencia exclusiva y excluyente de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de resguardar la soberanía nacional, bajo el mando de un gobernante civil. Esto garantiza que la institución castrense tenga carácter permanente, profesional, no deliberante y, sobre todo, que esté sujeta a los poderes del Estado y respete la Ley y la Constitución.

Por lo demás, lo que acaba de disponer el aprendiz de déspota Nicolás Maduro está en abierta contradicción con toda la normativa del Mercosur en materia de protección de la democracia y promoción de los derechos humanos. Lamentablemente, el flujo de petrodólares desde Caracas hacia los países que componen el proceso de integración ha desfigurado tanto el rostro político de nuestra región, que, “animados” por la generosa “cooperación” venezolana, los líderes de nuestro entorno geográfico han renunciado completamente a la defensa de la democracia representativa.

De este modo, y aun cuando el mismo Protocolo de Ushuaia prescribe que “la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes“, el tirano Maduro se apresta a asumir, a fines del próximo mes, nada menos que la Presidencia Pro Témpore del Mercosur.

Con este antecedente, es evidente que la reputación internacional del bloque seguirá declinando irremediablemente, hasta perder todo atisbo de credibilidad, inclusive, por supuesto, en lo atinente a la negociación de acuerdos de asociación comercial con otros países o grupos de países. Resulta inimaginable que naciones de un alto grado de desarrollo democrático, como las europeas, estén interesadas en vincularse con regímenes que promueven la creación de milicias paramilitares.

Esta absoluta tiranización de Venezuela deben tenerla muy presente las autoridades que asumirán la conducción de nuestro país el 15 de agosto, sobre todo a la hora de negociar las condiciones bajo las cuales podría considerarse un eventual retorno al Mercosur. Desde luego, sería una afrenta para la democracia paraguaya que su principal representante político, el presidente de la República, compartiera la mesa del proceso de integración con un nefasto dictadorzuelo que solo tiene planeado causar más división, más dolor y más luto a su atribulado pueblo.

* Editorial del diari0 paraguayo ABC Color, publicado el 30 de mayo de 2013.

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